Objeto del mes | Transmitir el valor del patrimonio desde un espacio único

13 de mayo de 2019

En este mes de mayo, en que Casa Museo Eduardo Frei Montalva celebra un nuevo aniversario, queremos invitarles a conocer aquello que nos inspira desde hace ya 11 años, y compartir los desafíos y preocupaciones que hacen de nuestro trabajo algo especial, así como a los trabajadores de casas museo nos lleva a tener una relación única con estos espacios, tan íntimos y públicos a la vez.

“…nadie edificó su casa pensando en que ésta se convertiría en un espacio museable.” [1]

Cuando un espacio tan íntimo como una casa, concebida desde su origen para ser un espacio privado, se convierte en un lugar abierto al público en la forma de una Casa Museo, los desafíos no son menores. Sobre todo, si pensamos en que la esencia de estos espacios museales es mostrar ese ámbito privado que los hace únicos, adaptándose esta vez a las necesidades y obligaciones de circulación de visitantes, conservación, educación e investigación que todo museo se impone a sí mismo como institución.

Antes de ser museo, fue un hogar…

Eduardo Frei Montalva y María Ruiz-Tagle se casaron en Santiago en 1935 y se trasladaron inmediatamente a la ciudad de Iquique. Allí vivieron por un lapso de casi dos años, tras los cuales decidieron retornar a Santiago. Ahí fue cuando el matrimonio compró el terreno donde mandó construir la que sería la residencia familiar desde 1942, a la que llegaron a vivir junto a sus cuatro primeros hijos y que se convirtió en el espacio íntimo y acogedor en el que se desenvolvieron como familia, recibieron a los invitados y compartieron memorables ocasiones junto a sus seres queridos.

Dicha casa fue el escenario de más de cuarenta años de historia, en ella se vivió la llegada de los tres hijos menores del matrimonio, con la consiguiente necesidad de ampliar el espacio. El lugar fue testigo de las inquietudes políticas del padre de familia. Esta fue la residencia en la que Frei Montalva vivió mientras fue Presidente de la República, con todo lo que ello significó para la cotidianidad y la privacidad de un hogar. ¿Cuántas decisiones trascendentales para nuestra sociedad se habrán tomado en la intimidad de su escritorio en el primer piso?, ¿cuántos miedos, frustraciones, alegrías y satisfacciones de esa etapa habrá compartido con su esposa entre las cuatro paredes de su habitación?

Con cada nueva etapa de la vida familiar la casa se fue adaptando a las necesidades y gustos de sus dueños. Obras de ampliación en la década de 1950 agregaron un dormitorio para las hijas, un segundo baño en la planta superior y un espacioso comedor en el primer piso, conectado directamente a la cocina y a una habitación contigua que alguna vez fuera escritorio, pero que cambió de uso para transformarse en sala de estar y lugar de esparcimiento en el que la familia recibía a sus amigos más cercanos o se reinía en espera de la cena o los almuerzos dominicales.

Lo mismo ocurriría durante la época del mandato presidencial del padre de familia, cuando la casa de calle Hindenburg era intensamente concurrida y se hizo evidente la necesidad de mayor desahogo físico. En esa ocasión se modificó el acceso principal de la casa, cambiando la orientación de la puerta y ampliando el hall de entrada, esto, junto a la construcción de una habitación en el segundo piso cuyo uso estaba destinado al de sala de estar, proporcionando así un lugar más privado para la familia. En tanto, el primer piso de la casa adquirió casi por inercia un marcado carácter público, tanto así que la prensa de la época hablaba de la “Moneda chica” al referirse a la residencia del Presidente y la Primera Dama.[2]

En la misma época en la que Eduardo Frei Montalva y María Ruiz-Tagle desempeñaron dichas funciones públicas, la mayoría de los hijos e hijas del matrimonio comenzaron a formar sus propias familias y con ello fueron dejando el hogar en el que habían crecido. Uno de los dormitorios de las hijas fue transformado en un vestidor para el padre, dando mayor comodidad para la ajetreada vida del mandatario, mientras que el dormitorio de los hijos se adaptó como una sala de costura. Así, las habitaciones que fueron usadas por las y los niños como dormitorios, que albergaron su crecimiento, travesuras, penas y alegrías, fueron destinadas a otros usos, conservando eso sí una significativa muestra de sus pertenencias que hoy podemos ver en Casa Museo Eduardo Frei Montalva. Precisamente, la habitación original de los niños es un esfuerzo por recuperar algunos de esos espacios como un preciado recuerdo de la infancia y adolescencia de la clase media de mediados del siglo XX.

Finalizado el mandato presidencial, la vida cotidiana de la casa de Hindenburg alcanzó cierto nivel de tranquilidad. Ya con los hijos asentados en sus propios hogares y con una actividad protocolar significativamente menor, los esposos dispusieron de su casa de forma más holgada. Eduardo Frei Montalva trasladó su lugar de trabajo al segundo piso, instalando su escritorio en la que fuera sala de estar. Mantuvo un uso combinado del espacio, tanto para trabajar como para recibir ahí a sus más cercanos, con quienes debatía respecto de la situación política del país y la región o simplemente disfruaba de una conversación amena entorno a literatura, arte o historia. En el primer piso, su escritorio de la época presidencial se acondicionó como una sala más formal, para aquellas visitas ilustres que el matrimonio siguió recibiendo en su residencia.

Con la llegada de 1980 el matrimonio hizo la última modificación a su casa, esta vez en el jardín. Con apoyo de una paisajista, amiga de la familia, transformaron el espacio dándole un carácter más maduro, un jardín para adultos, pensado para satisfacer el gusto de una pareja que bordeaba los 70 años, de los cuales 55 habían compartido casados. Se incorporó entonces una fuente en el patio trasero, el que además se reconfiguró en niveles, dándole dinamismo al espacio y dejando una terraza para comer o reposar. En el antejardín predominaron los rosales, que dan una vista colorida y elegante desde el living, espacio que siempre estuvo reservado para visitas u ocasiones especiales. Además, se mantuvieron algunas especies que llevaban años en el jardín, como un gran pimiento en el patio trasero y un gomero ubicado junto a la entrada principal, obsequio recibido de un mandatario brasileño en la década de los 60.

Dos años después de esta última modificación a su hogar, la familia viviría la dolorosa partida del padre y con ello este emblemático lugar pasaría a transformarse en refugio de la tristeza de su viuda, sus hijos y sus nietos. Las paredes de la casa verían desfilar al inmenso número de amigos y conocidos que se acercarían a dar sus condolencias, mientras los rincones entrarían poco a poco en un letargo que duraría varios años.

María Ruiz-Tagle volvió a vivir en la residencia familiar tras pasar una temporada con una de sus hijas. Ella es en gran parte responsable de que las habitaciones conservaran casi intactas su mobiliario y decoración. También mantuvo muchos de los objetos personales de su esposo en el mismo lugar en el que él los dejara antes de morir. Conservó su ropa, los obsequios que recibiera cuando fue presidente, sus libros, discos de vinilo y cassettes de música clásica. Mantuvo el uso de cada espacio de la casa, hasta que a principios de la década de 1990 y por su avanzada edad dejó el que había sido su hogar por más de cuatro décadas. Falleció en 2001, pocos días antes de cumplir 88 años.

Desde entonces, los hijos del matrimonio comenzaron a debatir sobre el destino de la casa de calle Hindenburg y todo lo que en ella se había conservado, pues, aunque en los últimos años ya no era habitada por sus dueños, la vivienda se había mantenido intacta.

La decisión final fue convertir la residencia en una Casa Museo. Aconsejados por un equipo de profesionales, los herederos legaron el que fuera el hogar de sus padres, con todo lo que se conservaba en su interior, para que se transformara en un espacio abierto al público, educativo y patrimonial donde los visitantes pudieran conocer no sólo el legado político y humano de su padre, si no también el estilo de vida de los años 60 en nuestro país, a través de una experiencia museística poco explotada en Chile. La idea nace con el objetivo de poner en valor un espacio único como lo es esta casa y el inmenso patrimonio material e inmaterial que en ella existe, pues como toda residencia, es “una creación desde dentro, los habitantes de la casa dejan su impronta en ella a través de los años”.[3]

El proyecto fue tomando forma y recibió un fuerte impulso cuando el Consejo de Monumentos Nacionales declaró el inmueble como Monumento Nacional el año 2005 y congregó alrededor de cuarenta profesionales de diversas áreas que trabajaron durante al menos dos años en el diseño y ejecución de la iniciativa.

El equipo museográfico optó por conservar los usos de las habitaciones, con su mobiliario y decoración en las distribuciones originales. La idea fue aprovechar el estado de conservación general del inmueble y su contenido: no recrear espacios, sino ser fieles a lo que realmente ocurría en el hogar. Por lo mismo, algunos espacios se recuperaron para reconstituir su uso inicial, como fue el caso del dormitorio de los hijos y todos los elementos propios de un museo, como el apoyo gráfico, la iluminación, climatización y las catenarias que conducen la circulación de los visitantes se diseñaron de forma tal que influyan lo mínimo posible en la experiencia del recorrido por la casa. [4]

Ventajas y desafíos de ser una Casa Museo

Ser una Casa Museo tiene en la actualidad una serie de ventajas, dado que la vida privada es hoy un tema muy atractivo. Su estudio es algo reciente y novedoso, en ella se conjugan las costumbres, tradiciones y relaciones muchas veces conocidas por todos y que nos definen como sociedad. Además, este tipo de lugares, están indiscutiblemente ligados con la cotidianidad de cada uno de nosotros: todos comemos, dormimos, trabajamos, estudiamos y compartimos con los amigos en nuestros propios hogares. La vida privada transcurre en una casa, sin importar nuestra profesión u oficio, ni la religión, ni el país o el estrato social al que pertenezcamos. Grandes, pequeñas, simples, ostentosas, las hay de muchos estilos y materiales, pero para todos es un lugar común, en el que nos sentimos a gusto. [5]

Las casas convertidas en espacios museísticos combinan el valor histórico y el valor patrimonial del inmueble y la colección en exhibición con ese “encanto” de poder circular por los rincones de un espacio privado, construido para la vida doméstica de un individuo conocido y muchas veces admirado. Es un espacio que permite a los visitantes y a quienes trabajamos en ellos conocer la intimidad de un personaje público y su familia, qué comían, dónde dormían, qué ropa usaban, qué leían. Las casas museo generan así un sentimiento inevitable de nostalgia, pues están llenas de recuerdos de ese “dueño ausente” provocando una conexión emotiva. Del mismo modo, llevan a los visitantes a reencontrarse con objetos o situaciones comunes. Es muy común escuchar exclamaciones como “¡mi abuela tenía uno igual!” o “¡en la casa de mis papás hacíamos lo mismo!”.

Por lo anterior, es que otra de las ventajas de las casas museo es permitir un vínculo con los visitantes, que es difícil de lograr en otro tipo de espacios museísticos. En ellas los objetos no son “obras de arte”, pues no se exhien al borde de la sacralización, donde se visualicen en solitario, sin un contexto más que el de cumplir con los requisitos de la temática del museo y su validación como “piezas especiales”. En las casas museo, las piezas no son elegidas por profesionales o intelectuales, al contrario, el visitante se encuentra de frente con objetos cercanos que tienen valor porque son cotidianos, cuentan una historia y están ahí por elección de los dueños de casa. Por lo mismo, en espacios museísticos como el nuestro no es necesario que la audiencia cuente con conocimientos previos sobre la temática del museo (historia, artes visuales, artes decorativas, arquitectura o cualquier otra), basta con la espontaneidad del encuentro entre la persona y el lugar.[6]

Así, la experiencia de quienes recorren una casa museo está lejos de ser intimidante, pues ni el lugar físico ni el habitar le son ajenos, no hay un lenguaje técnico, académico o profesional en los espacios lo que suele generar un sentimiento de confianza. Sin embargo, esta cercanía y encanto suponen una serie de desafíos, que van desde mantener estos valores emotivos, hasta procurar la conservación del inmueble y los objetos, pasando por varios otros más.

Queremos partir exponiendo nuestros desafíos a través de una pregunta que muchos visitantes nos han hecho: ¿Cómo mantienen las cosas para que todo se vea como si la familia siguiera viviendo aquí?

Sin lugar a duda la conservación y mantenimiento en una casa museo suponen un desafío permanente y variado. En primer lugar, porque toda la colección está en exhibición, a diferencia de lo que ocurre en los museos temáticos, donde la mayor parte de los objetos se mantienen en depósitos y sólo se muestra una selección de piezas. En segundo lugar, porque cada mueble, alfombra, cuadro, etcétera, mantiene su ubicación para que los visitantes disfruten del conjunto y no se pierda la congruencia de cada habitación. Esto debemos conjugarlo con el efecto inexorable del tiempo sobre los objetos, la luz que ingresa por las ventanas, los cambios de temperatura provocados por el flujo de público, el polvo, los temblores, los riesgos de robo y la inevitable curiosidad que ha llevado a varios visitantes a buscar un contacto físico con ciertas piezas. Para enfrentar estas situaciones, de acuerdo con los recursos y tecnología disponibles, una de las primeras medidas es el mantenimiento constante y especializado de cada objeto de acuerdo con las características materiales de cada uno y la habitación en la que se encuentran.

De acuerdo con lo anterior, en Casa Museo Eduardo Frei Montalva se realiza la limpieza programada de las colecciones por parte de los profesionales del museo, aparte de la limpieza que lleva a cabo el personal auxiliar, quienes se focalizan en los espacios generales. Se han instalado filtros para luz ultravioleta en las ventanas, con el fin de evitar situaciones como, por ejemplo, la pérdida de color de textiles y pinturas. También se recurre al sistema de climatización para mantener niveles estables de temperatura y evitar con ello los cambios bruscos provocados por el frío o el calor. A esto se suman medidas como cubrir las patas de los muebles para prevenir que dañen pisos y alfombras y el uso de catenarias para configurar los espacios de circulación de los visitantes.

Para el cuidado del inmueble propiamente tal, las mantenciones periódicas son fundamentales, pues los cambios de temperatura, la lluvia, el sol, la polución y los sismos recurrentes en nuestro país afectan considerablemente una construcción, agrietando la pintura, deteriorando persianas, dañando techumbres y canaletas, desformando los marcos de ventanas y puertas. Constantemente es necesario realizar inspecciones para evitar este tipo de daños, que en nuestro caso particular significan una preocupación considerando las condiciones legales que afectan a un Monumento Nacional en nuestro país, respecto del uso de materiales y técnicas que respeten esa condición.

Otro desafío importante en nuestro quehacer es el de conjugar la experiencia de los visitantes, quienes buscan conocer un espacio que conserva el estilo de vida de la familia a la que perteneció, y que por ende mantiene cada objeto en las ubicaciones originales, con la seguridad de estos mismos. La prevención de robo o manipulación de las piezas en exhibición en un espacio como este requiere de la implementación de medidas de seguridad que no afecten el contexto de las habitaciones ni la conservación. Debemos recurrir a la creatividad en la instalación de alarmas, sensores o cualquier otro dispositivo, que no sean visibles e interrumpan la apreciación de los objetos.

Del mismo modo, buscamos conducir a los visitantes de forma tal que puedan apreciar cada rincón de la casa de la mejor forma posible, pero sin poner en riesgo alfombras, mobiliario, decoración y otras piezas, porque como mencionábamos anteriormente, la curiosidad es una característica que apreciamos mucho, pero debemos garantizar que ella no lleve al público a sentarse en sillas o sofás ni a manipular el variado número de objetos que decoran la casa, pues la idea tampoco es retirarlos lo cual haría que las habitaciones perdieran elementos que aportan al entendimiento de los gustos de la familia y las costumbres de la época. Para eso, hemos implementado un modelo de visita en la que todo público es guiado por alguien del equipo de profesionales, quien realiza labores de mediación para controlar estos riesgos, por un lado, pero que también aporta considerablemente a la experiencia del visitante, atendiendo sus dudas y entregando toda aquella información que por el formato museístico que nos define no podemos proporcionar a través de paneles o letreros.

Otro de los desafíos permanentes que debemos enfrentar es el de nuestra ubicación y la sostenibilidad del proyecto en el tiempo [7]. La casa de Hindenburg 683 se ubica en un sector alejado de los principales circuitos turístico-patrimoniales del Gran Santiago, en una pequeña y muy poco visible calle que se extiende apenas por una cuadra de la comuna de Providencia, a pasos de una avenida principal de la comuna, pero en un barrio casi exclusivamente residencial. Esto supone un esfuerzo permanente por hacernos visibles dentro de la oferta cultural y ofrecer un panorama atractivo al público, lo suficientemente motivante para trasladarse hasta el sector en el que nos emplazamos y mantenernos vigentes como espacio patrimonial.

Atendiendo a estos desafíos es que hemos desarrollado diversas estrategias. La primera tiene relación con sumarnos de lleno al uso de tecnologías digitales, las cuales sin duda abren una serie de posibilidades para espacios como el nuestro, que muchas veces no tiene la capacidad de darse a conocer masivamente, pero que gracias a plataformas como páginas web o redes sociales puede llegar a un público más amplio tanto en número como en diversidad, sorteando la distancia y el tiempo. A ello sumamos una serie de actividades gratuitas que complementan la visita al inmueble como ciclos de cine, talleres, charlas y cursos los cuales ampliaron nuestro perfil como espacio cultural.

En la misma línea, con el paso de los años y las experiencias acumuladas, el equipo de profesionales de Casa Museo Eduardo Frei Montalva se ha adaptado a los desafíos haciéndose multidisciplinario y ampliando sus funciones dentro del museo. Esto nos permite enfrentar las necesidades del espacio museístico desde diferentes perspectivas y nos abre a la posibilidad de explorar nuevas temáticas además de aquellas que nos definen como base. Por eso buscado nuevas interpretaciones y diseñado recursos pedagógicos que se actualizan de acuerdo con los cambios a nivel estatal en materia educacional, pudiendo ofrecer hoy una amplia gama de contenidos en las visitas pedagógicas que recibimos, con las que tenemos un vínculo permanente dada nuestra vocación de espacio educativo informal.

Finalmente, para fortalecernos como espacio museístico hemos incentivado la realización de múltiples actividades en conjunto con otros museos, con entidades educativas e incluso con embajadas y sus centros culturales, generando un vínculo que muchas veces se ha mantenido durante años. Del mismo modo, anualmente formamos parte de los espacios museísticos y culturales que participan de actividades de carácter nacional o mundial organizadas por entidades estatales o internacionales, como el Día del Patrimonio Cultural [8], Museos de Medianoche [9], Museum Week [10] o la Semana de la Educación Artística [11], todas ellas nos han dado la posibilidad de hacernos conocidos y de atraer cada vez más a un público constante y diverso el cual ha enriquecido significativamente nuestra misión de promover el patrimonio material e inmaterial desde un espacio único.

 

Pensando a futuro, con el corazón en el pasado…

“Mis espacios son frágiles: el tiempo va a desgastarlos, va a destruirlos; nada se parecerá ya a lo que era, mis recuerdos me traicionarán, el olvido se infiltrará en mi memoria, miraré algunas fotos amarillentas con los bordes rotos, sin poder reconocerlos.” [12]

Quienes trabajamos en casas museo, tenemos la certeza de que sólo espacios como estos pueden brindar la posibilidad de conocer la vida y la obra de un personaje público o de mostrar una colección de objetos de alto valor estético o artístico, al mismo tiempo que permite poner en valor el acto de habitar como una característica social que forma parte del patrimonio inmaterial, que es dinámica y que puede ser una herramienta fundamental para recuperar el protagonismo de lo doméstico como objeto de estudio. Pero también somos conscientes de que no basta con que los profesionales de museos tengan conciencia al respecto, es necesario que esto trascienda más allá de nuestras paredes y sea de conocimiento y valoración de toda la sociedad.

Es por ello por lo que nuestro trabajo no cesa jamás, como el de todo espacio museístico. Pues en espacios como las casas museo existe un inmenso potencial educativo y de investigación que vale la pena explorar, ya que se acerca como ningún otro acervo a lo más íntimo y cotidiano de cada uno de nosotros, pero que como todos es también vulnerable al inexorable paso del tiempo… Y al olvido.


[1] González Padrón, Antonio María. “¿Casas con encanto…? O quizás debiera decir ‘Casas encantadas’”. En Revista ICOM España Digital, N°1, 2010.
[2] En la Revista VEA, N°1324, publicada en Santiago en 10 de septiembre de 1964 encontramos dos artículos que usan esta expresión para referirse a la residencia de la familia Frei Ruiz-Tagle. Detrás de la cortina de la “Moneda Chica” y En Hindenburg 683 está funcionando la “Moneda Chica” con gran ajetreo. Pp.: 36 y 37
[3] Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España. Casas Museo: Museología y Gestión. Edición 2013. P.: 9
[4]  Para conocer más sobre el desarrollo del proyecto puedes leer también: Los tijerales de Casa Museo Eduardo Frei Montalva <https://www.casamuseoeduardofrei.cl/los-tijerales-de-casa-museo-eduardo-frei-montalva/>
[5] Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España. Óp. cit. P.: 8
[6] Torres González, Begoña. El poder de los objetos. En Casas Museo: Museología y Gestión. Óp. cit. Pp.: 183-194
[7] Pavoni, Rosanna. Casas museo: perspectivas para un nuevo rol en la cultura y en la sociedad. En Casas Museo: Museología y Gestión. Óp. cit. Pp.: 241-251
[8] El Día del Patrimonio Cultural es una iniciativa promovida desde hace 20 años por el Consejo de Monumentos Nacionales, entidad que en la actualidad pertenece al Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. Pueden conocer los detalles de la iniciativa y su historia a través del sitio web <http://www.monumentos.gob.cl/servicios/iniciativas/dia-patrimonio-cultural>
[9] Museos de Medianoche es una actividad que se realiza desde hace 17 años impulsada por el Servicio Nacional del Patrimonio del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de nuestro país. Algunos antecedentes sobre la iniciativa se encuentran el este sitio web <http://www.patrimoniocultural.gob.cl/portal/Palabras-Clave/Museos-de-Medianoche/>
[10] A diferencia de las otras iniciativas, Museum Week es un evento de carácter global desarrollado exclusivamente a través de redes sociales. Nace en 2014 por iniciativa de un grupo de museos franceses. Pueden conocer más de esta novedosa iniciativa en el sitio web <http://museum-week.org/>
[11] La Semana de la Educación Artística se celebró por primera vez en el 2012, por iniciativa de la UNESCO y de carácter internacional es una actividad de sensibilización entorno a este ámbito educativo. Para conocer como se aborda este evento en nuestro país puedes visitar el sitio web <https://www.cultura.gob.cl/educacion-artistica/sea/>
[12] Perec, George. Especies de espacios. En Torres González, Begoña. Óp. cit.

 

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