El pasado dos de junio de este 2023, se conmemoraron 70 años de la coronación de la Reina Isabel II. Una de las mujeres más reconocidas y recordadas en el mundo y en nuestro país, el cual visitó en 1968 durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva, con quien cenó junto a Felipe de Edimburgo en su hogar, hoy Casa Museo EFM .
En septiembre de 2022, a los 96 años, falleció, convirtiéndose en la monarca con el reinado más duradero dentro de la monarquía británica y la segunda más larga de la historia, sólo superada por Luis XIV de Francia.
El seis de febrero de 1952 a los 25 años, Isabel Alejandra María se convirtió en la Reina del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, mientras estaba en una visita oficial junto a su marido Felipe de Edimburgo, en Kenia. Pero el día de la unción tomó poco más de un año prepararla.
Primero por el debido luto hacia el rey predecesor, padre de Isabel II, el duelo comenzó con custodiar ceremoniosamente el ataúd del Rey Jorge VI durante los dos días que estuvo en la Iglesia de Santa Magdalena en Sandringham, para posteriormente llevar a cabo todo el estricto protocolo de lo que significa coordinar la ceremonia.
Su coronación fue la número 38 que se realiza en la abadía de Westminster y se llevó a cabo el dos de junio de 1953.
Gracias a los escritos de Sir Alan Herbert, que la revista Life publicó en abril de 1953, podemos conocer las particularidades de esta ceremonia, sus motivos y entretelones que la distinguieron de las coronaciones pasadas.
Lo primero que se debe mencionar es el lugar en el que se hace la ceremonia: la abadía de Westminster. Este espacio ha sido protagonista de casi todas las investiduras, desde la de Guillermo el Conquistador en 1066. La idea de crear un lugar para las proclamaciones de nuevos monarcas data del siglo X con la construcción de la abadía, desde ahí en adelante ha pasado por distintos procesos de restauración, que la han convertido en lo que es hoy: el espacio físico en el que es ungida la próxima persona que estará cuidando al pueblo del Reino Unido.
Cabe destacar que no por que hay un lugar determinado para la ceremonia, solo se celebra en esa ciudad. Por supuesto que no, toda la ciudad se prepara para el gran evento.
Distintas localidades del Reino Unido preparaban, con anticipación, todo tipo de actividades para ese día. Solo para ejemplificar cómo se calculó cada detalle, una de las actividades fue que él mismo dos de junio, al nacer cinco niños en Dartford, condado de Kent y a modo de homenaje, a esos cinco recién nacidos se les prepararon regalos provenientes directamente de esa gubernatura. Es decir, un acontecimiento que vinculó a todos, hasta a los que estaban por nacer. De esto a la decoración del alumbrado público, vías ferroviarias para organizar distintas actividades al aire libre para la población de cada comunidad, condado y ciudad del Reino Unido.
Sir Herbert, que fue miembro del Parlamento inglés, a través de sus crónicas, nos permite entender el clima y sensaciones de la ceremonia, sumado a que ya en los cincuenta y gracias a la televisión, millones de personas podían ser testigos del evento, dejando de ser solo un privilegio de quienes eran invitados al acto.
Algo que no se puede dejar sin mención, aunque sea brevemente, es la Corona, el objeto que, como se dijo anteriormente, es el símbolo popular de la soberanía. Cabe destacar que hay dos de estas, la de San Eduardo, también conocida como la Corona de Eduardo el Confesor, y la Imperial del Estado (Imperial State Crown). La Imperial es la que usan los monarcas al dejar la abadía. En algún momento se dijo que era muy pesada para la Reina Isabel II. Y cómo no serlo, si está compuesta por 2.783 diamantes, 277 perlas, 18 zafiros, 11 esmeraldas y 5 rubíes. Además, también notaron que debían hacer un trabajo de ajuste a la banda inferior, que está justo frente a la segunda estrella de África. Este diamante es el segundo corte más grande del diamante Cullianan.
En cambio, la de Eduardo el Confesor es la que se usa durante la ceremonia. También tiene piedras preciosas, como rubíes, amatistas y zafiros. Pesa alrededor de dos kilos y fue confeccionada en 1661 para la unción de Carlos II, para reemplazar la de Carlos I, que fue derretida en 1649 luego de la ejecución de ese Rey.
Estas coronas, junto a otros objetos sagrados, como el cetro con la cruz y el orbe del soberano son parte de las regalías de la coronación. Estos objetos son entregados a la Reina durante la ceremonia por distintas personas, en general con títulos nobiliarios o dueños de tierras. Son cargos que se heredan de generación en generación y es un gran honor ser hasta quien le reciba un guante a la monarca mientras se desarrolla el acto. De hecho, suelen exigir ser parte de estas tareas y usan sus títulos como una manera de demostrar el derecho que tienen a servir a su soberana durante la celebración.
Otro momento importante es cuando se unge con un aceite al futuro Rey o Reina. Este líquido tiene una data de más de 100 años y fue mezclado por unos antiguos químicos (Squires and Sons) para la coronación de la Reina Victoria. Esta importante sustancia se creía desaparecida, ya que después de un bombardeo que sufrió el decanato de Westminster, pensaron que todo había sido destruido. Pero rápidas y arduas averiguaciones dieron con los últimos descendientes de estos antiguos químicos, quienes, afortunadamente, guardaron alrededor de cuatro onzas (unos 110 gramos aproximadamente) del aceite a modo de recuerdo.
Todo lo descrito anteriormente fue lo que tuvo que preparar una comisión creada especialmente para el evento y que presidió el Duque de Edimburgo. Desde esa Comisión de la Coronación se tomaban las decisiones más amplias. Luego, estaba otra parte, quienes se encargaban de la invitación a los representantes de los países mancomunados, otra que veía los asientos, y también una que coordinaba a las personas con títulos nobiliarios y la participación de estas durante la ceremonia.
Cabe destacar que la Reina en todo momento estuvo al pendiente de lo que se hacía y decidía, aunque por sus responsabilidades la Duquesa de Norfolk la reemplazó en ciertas ocaciones.
¿Quién es el responsable de preparar todo, a quién responde la Comisión de la Coronación?
El conde mariscal. Este cargo es público, de título hereditario, y quien ostenta este puesto es el responsable principal de la organización de las ceremonias de coronación y funerales de Estado.
Él es a quien se le avisó, en este caso el seis de junio de 1952, que se debía proclamar la realización de la coronación en el lugar y hora habitual. Y desde ahí en adelante, también ser el canal de comunicación entre la Reina y las comisiones que debían rendir cuenta del trabajo que se hacía o también cuando deseaban preguntarle a ella su opinión. A lo que Isabel II respondía brevemente “por favor remitirse al Consejo Privado”.
¿Y qué es el Consejo Privado?
Es un grupo de personas de alto nivel que están para asesorar al o la monarca en diferentes temas. También de este consejo nace la Comisión de la Coronación, cada vez que es necesario.
El gran día
Los primeros en tener que trabajar fueron los oficiales del Estado Mayor. Desde las 5:30 de la mañana comenzaron a estar operativos. Por otro lado, los invitados también debían llegar temprano, ya que a las 8:30 las puertas de la abadía se cerraron para los asistentes. Veinte minutos después, los miembros menores de la familia real fueron ubicados en sus puestos, luego de que entraron en procesión.
Luego de la “realeza menor”, estaban los representantes reales y de otros estados extranjeros. Casi todos los países del mundo estaban representados.
Después de las 10 de la mañana, arribaron la Princesa y las Princesas de la Sangre Real, a quienes también ubicaron en sus debidos puestos.
Al entrar la Reina con su séquito, comenzaron los cantos del coro real, ella se dirigió a tomar asiento en la silla de la coronación para que el arzobispo de Canterbury la coronara y la bendijera, acto seguido y según manda la tradición quienes estaban presentes aclamaron: “¡Dios salve a la Reina Isabel!” y “¡Larga vida a la Reina Isabel!”.
Luego del término de la ceremonia, una larga procesión se dirigió al Palacio de Buckingham donde vieron en el balcón a Isabel II en su atuendo con la Corona Imperial del Estado, junto al duque de Edimburgo, algunas de sus damas de compañía y otros miembros de la familia real.
Para finalizar, es necesario conocer las palabras de quien en esos años fue el decano de la abadía de Westminster para dar a entender cómo intentaron unir la tradición con los nuevos tiempos: “La tradición y la ceremonia son herencia del pasado y deben ser escrupulosamente preservadas, pero es nuestro deber expresar en color y diseño la época en que vivimos y la Reina que va a ser coronada”.
Para quienes deseen ver la ceremonia de coronación de la Reina Isabel II, acá está el link https://www.youtube.com/watch?v=52NTjasbmgw
Referencias
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