En el ochenteavo aniversario del recibimiento del Premio Nobel de Literatura otorgado a Gabriela Mistral volvemos a revisar a la relación epistolar entre la poetisa y Eduardo Frei Montalva. Sin embargo, esta vez queremos profundizar más allá del desarrollo de la amistad que los unió a lo largo de varios años y rescatar algunos elementos conservados en nuestro archivo histórico, que dan cuenta de la influencia de Mistral en la maduración del pensamiento político del joven abogado, que un par de décadas más tarde se convertiría en la máxima autoridad de nuestro país. 
Como relatamos hace algunos años en nuestro artículo titulado “Las grandes amistades: Gabriela Mistral y Eduardo Frei Montalva”, ambos se conocieron en abril de 1934, durante el primer viaje de Frei a Europa. En esa ocasión, aprovechó de visitar a Mistral, quien por entonces se encontraba en Madrid desempeñando un cargo consular. Desde ese momento surgió entre ellos una amistad que solo fue interrumpida por la muerte de la poetisa, en 1957.
Hacia 1939 comienza un significativo intercambio epistolar entre ambos, parte del cual hoy se conserva en el Archivo Histórico de Casa Museo Eduardo Frei Montalva. Este acervo se inicia cuando Frei asume la gestión de los asuntos personales de Gabriela en Chile, ya que su antiguo abogado, Pedro Aguirre Cerda, no pudo continuar con dicha tarea debido a sus ocupaciones políticas y a su ascenso a la Presidencia de la República. En total, el archivo reúne alrededor de 50 cartas que recorren la década de 1940 y parte de la de 1950, en las que ambos intercambian desde asuntos “domésticos”, como la venta de propiedades y envíos de dinero, hasta reflexiones sobre el devenir de Chile y del mundo.
Gabriela Mistral parece haber llegado a la vida de Frei en un momento clave, cuando él era aún un joven estudiante de Derecho. Se convirtió primero en una fuente de admiración intelectual y luego en una mentora que lo acompañó a la distancia mientras encontraba su camino en la política nacional. Fue precisamente en este período cuando Frei Montalva se alejó del Partido Conservador debido a diferencias ideológicas y junto a un grupo de camaradas, fundó una nueva facción: la Falange Nacional.
La propuesta política y la inspiración filosófica falangista resonaron en Mistral, quien desde el comienzo les brindó su apoyo, tanto ideológico como económico. Les escribió cartas compartiendo ideas, ofreciendo consejos y, cuando lo consideró necesario, formulando críticas. Rápidamente descubrió en Frei las cualidades de un líder, no solo dentro del partido, sino también como figura política para el futuro del país. Por ello, decidió nutrirlo con ideas y visiones sobre la situación de Chile, Latinoamérica y Europa.
A medida que la confianza entre ambos crecía, sus intercambios se volvieron más honestos y profundos, reflejando el contexto histórico de la época. El mundo vivía un momento complejo de polarización ideológica, que desembocó en la Segunda Guerra Mundial (1939–1945), apenas veinte años después del conflicto anterior.
Chile, por su parte, no estuvo ajeno a estas tensiones. También aquí emergieron nuevas corrientes ideológicas que cuestionaban el orden social y las condiciones económicas de los sectores populares. Se formaron partidos políticos alternativos a los tradicionales, y en 1938 las elecciones presidenciales llevaron por primera vez a una coalición de centroizquierda al gobierno: el Frente Popular.
Gabriela enfatizó en sus cartas con Frei diversos temas que pronto se convirtieron en preocupaciones compartidas y, más tarde, en fundamentos del programa político falangista. Entre ellos destacan la esperanza en el progreso de Chile, la preocupación por las desigualdades sociales, la atención al mundo rural y la necesidad de una reforma agraria, así como la construcción de un camino político propio basado en el conocimiento profundo de la realidad nacional y el rechazo a los modelos autoritarios, ya fueran de izquierda o de derecha.
De todos los temas que abordaron, quizás la preocupación por el mundo rural, en especial por las condiciones de vida y laborales de los campesinos, fue el que más influyó en Frei y su visión política futura. Mistral lo manifestó con fuerza en varias cartas, donde expresó que este debía ser el foco principal de cualquier gobierno, escribiéndole:
“Pienso que el campesino es el ciudadano n.º 1 y que hay que darle tierra a pesar de la soberbia y el egoísmo de los latifundistas. Este es mi encargo más ancho para Ud., amigo mío tan querido; en el cual pongo mis esperanzas.”
Otro aspecto de la influencia de Mistral en Frei fue su insistencia en mantener una vía política diferente de la izquierda y la derecha tradicionales, ofreciendo una alternativa de progreso real ante un Chile que él mismo describía en 1940 como estancado “en una cosa incolora, un poco ruin, sin espíritu creador, sin amplitud de visión, y se empequeñece todo el destino de Chile, mientras el mundo y la América caminan con otro ritmo. Eso es lo único que nos impulsa a seguir “hacer un supremo esfuerzo por salir de esta mediocridad oscura y abrumadora en que nos estamos ahogando a través de treinta años.”
En el mismo sentido, Mistral instó reiteradamente a Frei a no declinar en su empeño por consolidar a la Falange como un actor político relevante. Tanto en sus cartas como en el célebre prólogo que escribió para La política y el espíritu (1940), lo alentó a perseverar, conquistar a la sociedad y mantener la fe en su proyecto. Lo felicitó por sus triunfos electorales, lo animó en los momentos difíciles y le recordó que él y sus compañeros “no vienen marcados con las viejas culpas ni sustentan la fe boba de los futuristas”.
Así, cuando la poetisa falleció en 1957, su “preciado Eduardo Frei” había hecho suyos los consejos y reflexiones de su amiga y compatriota, concretando junto a la Falange un proyecto político de desarrollo social y económico para Chile. Este se plasmó en las campañas de 1958 y finalmente, en la elección presidencial de 1964, que lo llevó a la primera magistratura nacional, cumpliendo las expectativas que Gabriela había depositado en aquel joven que conoció décadas atrás.
Algunos sostienen que Mistral tuvo el don de reconocer en Pedro Aguirre Cerda y Eduardo Frei Montalva, las capacidades y el espíritu necesarios para llegar a la Presidencia de la República. No es posible afirmar con certeza si este “vaticinio” fue real o parte de la mística que rodea su figura, pero sí es claro que su influencia trascendió la literatura, proyectándose hacia lo político y social en figuras como Frei y otros que se nutrieron de su pensamiento.
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