Hace cien años, en medio de una de las etapas más convulsas de la historia republicana de Chile, nace una de las más famosas obras del cine mudo nacional, el único filme de su tipo que se conserva completo hasta nuestros días: «El húsar de la muerte». La película, un éxito de taquilla como pocos en su tiempo, forma parte de nuestro acervo cultural siendo, hasta la fecha, la única obra cinematográfica nacional declarada Monumento Histórico. En este mes de mayo, en el que celebramos el patrimonio chileno en todas sus expresiones, destacamos el centenario de este largometraje.
El húsar de la muerte. Libro publicado por el Ministerio de Educación con motivo de la restauración del filme en 1996. Cineteca Nacional de Chile.
La década de 1920 estuvo marcada por profundos cambios políticos y sociales. Tras la Primera Guerra Mundial, nuestro país debió enfrentar una larga crisis derivada de la caída sostenida de nuestro principal sostén económico, el salitre. El país vivía una etapa de incertidumbre, con crecientes tensiones sociales y cuestionamientos a la clase política que pusieron en jaque la estabilidad de la que se había hecho alarde durante las celebraciones del Centenario de la República.
En 1924, el presidente Arturo Alessandri abandona temporalmente su cargo, debido a los múltiples obstáculos que le imposibilitaban llevar adelante su gobierno. Sin embargo, regresa en 1925 liderando la redacción de una nueva Constitución que modernizara el Estado y devolviera al Ejecutivo su rol protagónico para sacar al país de la compleja situación en la que se encontraba. Se realiza la primera votación con sufragio directo en Chile, pero la estabilidad demoró en llegar. Nuevas crisis y nuevos gobiernos se sucederían hasta que, recién a inicios de la década de 1930, nuestro país toma un nuevo rumbo.
Así, en medio de un contexto convulsionado, el arte cinematográfico hizo eco de glorias pasadas como una suerte de invocación al patriotismo olvidado entre el clima de la agreste contingencia, con la producción de su primera gran película histórica: El húsar de la muerte.
Estrenada el 24 de noviembre de 1925, El húsar de la muerte es la única obra del cine mudo chileno que se puede ver en la actualidad. Un poeta, un editor de prensa, un puñado de actores – entre lo que se encontraba un niño huérfano – y una exitosa campaña publicitaria dieron vida a esta joya invaluable del cine que atrajo a miles de chilenos a los teatros de la capital y de las grandes ciudades del país.
Captura de escena de El húsar de la muerte donde se ve a parte del elenco. Cineteca Nacional de Chile
Agrupados por la productora Andes Film para la realización del cortometraje, la película fue escrita conjuntamente por el destacado periodista y escritor, por entonces editor del diario La Nación, Hugo Silva, y el poeta y actor Pedro Sienna, quien además fue director artístico de la producción y su insigne protagonista. Su director técnico fue Gustavo Bussenius, fotógrafo y documentalista, uno de los primeros reporteros gráficos del país, quien también trabajó varios años en el diario La Nación y en Andes Film como camarógrafo. Junto a ellos, un grupo de once personas, entre los que se encontraban actores, dos tenientes del Ejército y un muchacho de apenas 12 años, conformaron el elenco principal de la película.
La historia, narrada en los 68 minutos originales de la cinta, cuenta los últimos acontecimientos de la vida del prócer de la Independencia don Manuel Rodríguez, encarnado por Pedro Sienna. Sus escenas de gran dinamismo, el carisma de algunos de sus personajes y el cuidado con el que se trabajaron las ambientaciones de época, causaron gran impresión en los espectadores desde el primer día en las salas en las que se exhibió.
Previo a su estreno, el diario La Nación publicó anuncios de promoción, artículos y críticas que destacaban la calidad artística y el valor histórico de la película. Incluso días antes de su estreno oficial, el 21 de noviembre de 1925, se organizó una función especial en el Salón de Honor de la Universidad de Chile para autoridades, militares, diplomáticos, escritores, periodistas y estudiantes, que culminó con una ovación y reseñas entusiastas en la prensa.
El 24 de noviembre, El húsar de la muerte se estrenaba en los cuatro grandes teatros capitalinos que pertenecían a la empresa Aurelio Valenzuela. Miles de personas desbordaron las dos funciones que ofrecieron los teatros Septiembre, Brasil, Esmeralda y O’Higgins, incluso dejando a muchas personas sin poder ingresar a la exhibición nocturna porque se habían agotado las butacas. Más de 11 mil personas asistieron a su estreno, batiendo todos los records de audiencia hasta el momento. En 20 días, la cinta se presentó en todas las salas disponibles de Santiago, logrando 159 exhibiciones consecutivas y con más de 100 mil espectadores. Posteriormente, se sumarían las funciones realizas en Valparaíso y otras grandes ciudades del país.
Aviso promocional del estreno en diario La Nación. Santiago, 24 de noviembre de 1925. Archivo Universidad Diego Portales.
Captura de escena de El húsar de la muerte donde se ve a Guillermo Barrientos en su rol del “huacho pelao”. Cineteca Nacional de Chile.
Los comentarios y reseñas no solo destacaban la gran afluencia de público que convocaba El húsar de la muerte, sino también la calidad de la obra, calificándola como encantadora, épica, cautivante y heroica. También ganó especial atención el “huacho pelao”, un personaje infantil y parte fundamental de la historia que despertó gran interés entre el público y la prensa por su talento en la pantalla y la espontánea curiosidad de conocer su identidad. Se trataba de Guillermo Barrientos, un joven huérfano de apenas 12 años que vivía en el diario La Nación, se ganaba la vida de suplementero, vendiendo dulces y haciendo todo tipo de encargos. Fue incluido en el elenco por el propio Hugo Silva, quien vio en él la naturalidad y carisma que necesitaba el personaje.
El contundente éxito de El húsar de la muerte no es difícil de comprender. En parte, el hecho de que nuestro país fuera pionero en el desarrollo de una industria cinematográfica durante el periodo insonoro dentro del continente, con una nutrida producción a mediados de la década de 1920, aseguraba un público cautivo que asistía semanalmente a los teatros nacionales. Pero por sobre todo, en medio de una crisis nacional, la figura emblemática de Manuel Rodríguez en pantalla despertó los más profundos sentimientos patrióticos de los espectadores y la prensa de la época, sosteniendo que El húsar de la muerte “es una cinta que tonifica el espíritu patriota y lleva optimismo y fe en los destinos de la patria” (La Nación, 29 de noviembre de 1925).
Captura de escena comparativa de El húsar de la muerte en las versiones de 1996 y 2020. Cineteca Nacional de Chile.
Pareciera inaudito que con lo prolífico que fue el cine mudo en Chile a comienzos del siglo XX, El húsar de la muerte sea la única obra que se conserve en la actualidad. Sin embargo, las copias en ese entonces eran escasas y tenían un costo bastante alto, por lo que un único ejemplar circulaba por varios teatros para ser proyectado, ocasionando un desgaste considerable del material. En el caso de El húsar de la muerte, la productora Andes Film hizo un esfuerzo económico importante para contar desde el día del estreno con una copia en cada establecimiento donde se proyectara la película. Aun así, nada garantizaba la preservación de los rollos de cine, debido a que no estaba arraigada la conciencia patrimonial de hoy.
No fue resultado sino de la buena fortuna para que en 1941 el cineasta Gregorio Pardo diera con una copia del filme que intervino y logró reestrenar ese mismo año, tomándose varias licencias respecto de la obra original, quitándole los intertítulos, añadiendo subtítulos a las imágenes e incorporándole música clásica. Esta versión fue clave para que 17 años después, en 1958, el creador del Centro Experimental de la Universidad de Chile, Sergio Bravo, iniciara la restauración de la cinta, bajo la asesoría del propio Pedro Sienna, que culminó con una exitosa proyección en 1962. Además, Bravo se aseguró de realizar copias de la cinta que se resguardaron tanto en Chile como en Francia.
Más de treinta años después, con motivo del Centenario del Cine Chileno en 1996, el Ministerio de Educación impulsó una nueva restauración. Esta vez se encargó una musicalización original al compositor Horacio Salinas, interpretada por la Orquesta Clásica de la Universidad de Santiago. También se rediseñó el afiche original, obra del artista Jorge Délano, popularmente conocido por su pseudónimo Coke. En 2006, esta versión pasó a formar parte del acervo de la recién creada Cineteca Nacional de Chile, durante ese mismo año y que, en 2020, realizó una última restauración digital completa del filme. El material fue escaneado en alta resolución y sometido a un proceso técnico que incluyó estabilización de la imagen, eliminación de manchas, rayas y marcas de todo tipo y una corrección de color para lograr una copia lo más cercana posible a la filmación original. A esta versión se incorporó además la banda sonora compuesta por el colectivo La Patogallina.
El 13 de julio de 1998, El húsar de la muerte fue declarado Monumento Nacional, bajo la categoría de Monumento Histórico. Su éxito sin precedentes para su tiempo, la calidad narrativa, su acertada reconstrucción histórica, su carga simbólica y el hecho de ser la única película muda chilena que se conserva por completo, fueron razones suficientes para otorgarle esta distinción.
El húsar de la muerte es una pieza clave del cine chileno, como testimonio vibrante del poder del arte para conectar con los sentimientos más profundos de una nación. Próxima a cumplir cien años de su estreno, es merecedora de ser reconocida por las nuevas generaciones y celebrada por su primer siglo de aniversario.
Afiche promocional de El húsar de la muerte realizado en 1925 por Jorge Délano y la versión remasterizada de 1996. Cineteca Nacional de Chile
Comentarios cerrados.