Destacado del mes: María Ruiz-Tagle, una Primera Dama ejemplar

5 de abril de 2023

Casa Museo EFM recuerda 100 años del natalicio de María Ruiz-Tagle, “Marujita”, con este ensayo que aborda su legado y trabajo durante el gobierno de su esposo, Eduardo Frei Montalva, como asimismo aspectos biográficos claves para comprender su rol de Primera Dama ejemplar en el siglo XX.

En abril se cumplen 110 años del nacimiento de María Ruiz-Tagle, la esposa de Eduardo Frei Montalva. Y con el siguiente artículo deseamos recordar su manera de ser, su relación con el exmandatario y su rol político como primera dama.

Complejo hablar de una persona que fue reservada, o tímida, mejor dicho. Solo en confianza, con sus amistades y familia, salía a la luz una personalidad más juguetona y buena para bromear tanto sobre ella como al resto.

Saludo navideño la señora Maria Ruiz-Tagle. 

 

 

El mundo interno de la señora María

Gracias a las cartas entre ella y quien entre las décadas de los veinte y los treinta fue su novio, Eduardo Frei Montalva, o como ella muchas veces le dijo “Larguito”, podemos conocer un poco más sobre María Isabel Ruiz-Tagle.

En estas cartas, que datan de 1929 a 1932 y otras de 1935, cuando tuvieron breves separaciones, por ejemplo, por vacaciones, o cuando Frei Montalva enfermó y tuvo que ir a un sanatorio. O cuando ya casados y con la primera hija, la señora María estuvo un tiempo en la casa de sus padres, mientras Frei Montalva seguía trabajando como director del diario “El Tarapacá”.

La señora María, a quien sus más cercanos llamaban Maruja o Marujita, nació el 15 de abril de 1913, sus padres fueron Claudia y Alfredo, tuvo un hermano, Alfredo, o Fito, quien nació el mismo año que Frei Montalva, 1911, y por quien se conocieron; y estudió en el Colegio de las Monjas de la Buena Enseñanza.

Gracias a las cartas ya nombradas es que podemos dilucidar y profundizar cómo era la señora María y qué cosas hacía, muy propias de su edad y época.

Como en esos años no había teléfono, por medio de estas cartas y los periodos de separación con Frei Montalva, sabemos que la señora María vacacionó en Llolleo, Algarrobo. Ahí anduvo en bicicleta, también a caballo “con una manta para que le tapara la falda, porque no había silla para montar y no encontró pantalones que usar”, y tanto ella como su madre quedaron invitadas para ir nuevamente, porque fueron muy gratas visitas.[1]

Ya en Santiago, en el día a día, con las amigas o en familia, paseaba por la Alameda “siempre muy seria, sin sonreírle a nadie”[2] porque ya está enamorada de alguien que tiene toda su atención[3]. También iba al biógrafo, y a visitar a sus suegros, ya fuese por pedido de Frei Montalva para dejar algún recado, o hacer convivir las familias, porque ya en esos años estaban prometidos en matrimonio.

 

También podemos suponer que eran típicas las cenas en las casas de familias amigas, en las que ella siempre le comentaba que todos le enviaban muchos saludos a Frei Montalva, porque como ella misma le dice, siempre le cuenta todo, todo, todo lo que ella hace[4].

En estas cartas que le envía a Frei Montalva podemos leer su dedicación, preocupación y amor, que siente tanto por él como por la familia. Ya que constantemente se preocupaba del bienestar de sus padres. Y cuando su hermano Alfredo se fue al seminario para convertirse en cura, le comenta a Frei Montalva lo triste que está al ver a su madre preocupada porque su hermano escribe poco y casi nada[5].

Al leer las cartas de Frei Montalva dirigidas a la señora María, podemos notar no solo cuánto se querían,  si no que también el sentido del humor que los unía, molestándose constantemente al decirse que se escribían poco (cada uno escribe por lo menos tres páginas). Varias veces la señora María le reprocha a Frei Montalva que no le envía las notas de prensa que hablan sobre él, entonces cuando a él se le olvida, ella le dice que eso no es una característica apropiada de alguien que trabaje en un diario. También le cambia el nombre al medio, como forma de protesta, diciéndole “El Tarapanunca”[6], porque nunca le enviaba sus editoriales.

Para demostrarle lo cariñosa que es, le escribe cada dos líneas que “escribe lindo” o que “es el mejor”. Y siempre se disculpa porque lo que le cuenta son trivialidades cuando Frei Montalva le pide que le detalle todo lo que ha hecho, porque es como que estuviera ahí, junto a ella, en todos esos momentos[7].

A través de este epistolario personal podemos desentrañar un poco la personalidad de la señora María y como se dijo anteriormente lo comprometida que era en sus relaciones afectivas.

 

La breve vida pública de María Ruiz-Tagle

La señora María, en las cartas que le ha enviado a Eduardo Frei Montalva, dice que la vida política no le llama la atención. Pero sí le interesa lo que hace su “esposito con el que estará siempre, y siempre regaloneará”. Desde esos escritos a sus 18 años, podemos apreciar su nivel de compromiso con los desafíos que se ha impuesto Eduardo Frei Montalva.

Desde esos momentos, como se comentó anteriormente, ella guarda cada nota relacionada con quien fue presidente en la década de los 60’. Y también como su esposa, acompañó a Frei Montalva en cada actividad que pudo y que se le requirió. Una de esas actividades, o cargo, mejor dicho, que asumió fue el de primera dama.

Primero una pequeña revisión de sus antecesoras. Años atrás con la esposa de Pedro Aguirre Cerda[8] se ve un protagonismo por parte de estas mujeres casadas con hombres que son parte de la esfera política y que alcanzaron el máximo cargo de la nación.

Juana Aguirre comenzó con la Pascua de los niños pobres, un acto de caridad que ayudó a todos los menores de edad a tener un juguete para Navidad. Y se habla de caridad y no de una política pública porque en esos años, como se comenta en el libro de Cecilia Morán “Las primeras damas en Chile (1938-1970). Poder político, acción social y modernización”, el cargo de primera dama no estaba institucionalizado y tampoco hubo destino de recursos públicos a esos actos.

Luego, con las sucesoras de Juana Aguirre, Graciela Letelier (esposa de Carlos Ibáñez del Campo) y Rosa Markmann (esposa de Gabriel González Videla), vemos como en el caso de Letelier toma el cargo y trabaja como primera dama, mientras que en el caso de Markmann se persigue una agenda política propia con el sufragio femenino.

En 1964 la señora María viene a entregar un tono mucho más íntimo y comprometido para con su cargo.

Como se dijo, ella siempre apoyó el proyecto de Eduardo Frei Montalva pero desde una esfera personal. En sus cartas también le decía que siempre iba a ser cuidadosa con los gastos, que siempre estaría acompañándolo y que también debía descansar, no estar trabajando tanto porque eso le afectaría a la salud.

Entonces, desde esa mirada, podemos sondear lo que la señora María hace como primera dama. Como una mujer tradicional. Ella misma lo dice en las entrevistas cuando estuvo bajo la luz pública.

Cortometraje informativo realizado durante el Gobierno de Eduardo Frei Montalva (1964-1970), explicando la labor realizada por CEMA.

En el extracto de una entrevista de la revista Eva que muy bien usó Cecilia Morán en su libro podemos dar cuenta de lo expresado sobre la señora María:

“Soy de una timidez que a veces me da la sensación de inválida… Por suerte no he sido jamás una apasionada de la política. Imaginen si me hiciera programas independientes, el desastre que resultaría. He sido mujer de mi casa por treinta años y ahora lo seré con mayor énfasis. Redoblaré mi inventiva para confeccionar menús, multiplicaré mi cierta buena mano para dar por lo menos los últimos toques a postres y guisos y reforzaré mi ‘siempre alerta’ para acompañar desde lo último a Eduardo en su natural calor amistoso para todo el que se le acerca… Ahora confieso mi equivocación, y no lo digo por esta elección presidencial, sino por el criterio femenino mayoritario en lo que se refiere a cada uno de los problemas que aborda el país… Mi única salida de mi papel hogareño será, en los próximos seis años…”[9].

En esa misma entrevista confesó que en esos años no compartía del todo que las mujeres debiesen ejercer el derecho a voto, por eso señala que menos mal no hace programas independientes.

Así, con su manera de ser, fue cómo estuvo a cargo de una institución muy importante en ese tiempo, que ayudó a las mujeres a unirse, la Central Relacionadora de Centros de Madre, CEMA.

Esta institución nació en la década del 30 pero con otro cariz, más cercano a lo religioso y también desde la esfera privada, pero con el objetivo de unir a las mujeres. Un ejemplo de esos años es la que se creó en la Compañía de Gas de Santiago con las esposas de los trabajadores asistiendo a cursos de corte, confección, tejidos, lecto-escritura y economía doméstica[10]. Aquí las visitadoras sociales trabajaban de manera activa para ayudar a las mujeres.

Pero ya en el gobierno de Frei Montalva, y bajo el alero de la Promoción Popular, el objetivo era que sin importar de dónde provenían, las mujeres se reunieran para aprender lo antes mencionado y canalizar cualquier tipo de asistencia que pudiesen necesitar ellas como la comunidad de la que eran parte.

Y la señora María fue el rostro de esta gran operación. A pesar de que CEMA tenía una directora y un consejo que la asesoraba en lo macro y en los detalles, las mismas mujeres de esa época recuerdan la ayuda brindada por la señora María, a quien siempre catalogaron como una gran dama.[11]

Por medio de CEMA las mujeres pudieron comprar al por mayor herramientas de trabajo (máquinas de coser) para poder trabajar desde la casa, y otros implementos para el uso del hogar.

Estas mismas mujeres organizaron y construyeron sus sedes y, sobre todo en lugares rurales de nuestro país; En esas construcciones pudieron recibir, por ejemplo, los operativos médicos para los controles sanos de las guaguas de la zona. Un ejemplo para dar cuenta de la importancia que tenía esta campaña a la que la señora María le brinda su imagen y figura.

Hasta el día de hoy es recordada por darles las herramientas necesarias a las mujeres para aportar en lo económico en sus hogares.

Pero como se comentó con anterioridad, luego de la presidencia de su marido, ella desaparece de la esfera pública, acompaña a su esposo a las conferencias a las que fue invitado y estuvo junto a él hasta el fallecimiento de este.

Ella, a sus 88 años, casi veinte años después de Frei Montalva, fallece dejando a sus siete hijos ya adultos, nietos, pero quedando en el recuerdo de muchos de los chilenos.

Referencias

[1] Archivo documental de Casa Museo Eduardo Frei Montalva.

[2] Ibid.

[3] Ibid.

[4] Ibid.

[5] Ibid.

[6] Ibid.

[7] Ibid.

[8] Morán Tello, Cecilia. Las primeras damas en Chile (1938-1970). Poder político, acción social y modernización. Junio, 2022. Chile.

[9] Ibid.

[10] Ibid.

[11] Ibid.

 

Comentarios cerrados.