Apenas un par de meses después de la exitosa gira a Europa del presidente Frei Montalva, su par italiano, Giuseppe Saragat, visitó nuestro país en el marco de un viaje oficial por algunos países de Sudamérica.
Durante cuatro días no solo encantó a los chilenos con su carisma y sentido del humor, sino que también comprometió el apoyo de su gobierno al proyecto de desarrollo económico y social que se impulsaba en Chile. Además, consolidó el compromiso democrático en materia internacional, que caracterizó a ambos mandatarios.
A sesenta años de su estadía en nuestro país, recordamos algunas de sus actividades en suelo nacional, su participación como invitado de honor en las celebraciones de Fiestas Patrias y su propio cumpleaños, todas ocasiones en que recibió el cariño del pueblo chileno y elogios transversales de la prensa.
Luego de las visitas oficiales a Brasil, Uruguay y Argentina, el itinerario de la gira latinoamericana de Saragat lo trajo a Chile, donde permaneció entre el 17 y el 20 de septiembre de 1965.
A su arribo al aeropuerto de Cerrillos, en Santiago, ocurrió a las 17:15 horas del viernes 17 de septiembre y fue recibido con los honores correspondientes a un Jefe de Estado, además del afectuoso saludo de Eduardo Frei Montalva, con quien se reencontró tras haber compartido en la visita oficial de Frei a Europa en julio.
Tras los saludos protocolares, ambos mandatarios se trasladaron en vehículo al centro de la capital, recibiendo la bienvenida de cientos de personas que se apostaron en las calles hasta llegar al Palacio Cousiño, residencia de Saragat durante su estadía en Chile.
La ilustre visita fue distinguida con la ciudadanía honoraria de Santiago. Posteriormente, se reunió con el Presidente Frei en el Palacio de La Moneda y finalizó su jornada con una cena privada en el Palacio.
El día siguiente estuvo marcado por diversas actividades relacionadas con la celebración de la independencia nacional, en las que Saragat participó como invitado de honor. La jornada comenzó con una ofrenda en el monumento a Bernardo O’Higgins, seguida por su presencia en la sede de gobierno, desde donde acompañó a Frei en el cortejo hacia el Te Deum de Fiestas Patrias celebrado en la Catedral Metropolitana a las 11:15 horas del 18 de septiembre.
La tarde estuvo dedicada a la colaboración bilateral. Se realizó una de las reuniones más relevantes de la visita, entre mandatarios y ministros de Relaciones Exteriores, cuyos resultados estrecharon los lazos de cooperación en ámbitos como el desarrollo económico y social, así como en política internacional.
Ese mismo día culminó con el tradicional banquete en honor al visitante y una recepción en el Palacio de La Moneda, con la presencia de las más altas autoridades chilenas, diplomáticos extranjeros y personalidades del mundo artístico, científico e intelectual.
El 19 de septiembre de 1965, Giuseppe Saragat celebró en Chile su cumpleaños número 67. La jornada comenzó con un homenaje “a la chilena”, en el Palacio Cousiño, donde fue agasajado con música y danzas folclóricas. Visiblemente emocionado, agradeció el gesto en un día tan especial.
Posteriormente, visitó la Scuola Italiana, donde compartió con sus compatriotas residentes en Chile y sus familias. La prensa de la época destacó especialmente el llamado de Saragat a la comunidad italiana para contribuir al desarrollo del país que los había acogido, reforzando el espíritu de cooperación entre ambas naciones.
Por la tarde, en el marco de las celebraciones republicanas, Saragat y Frei asistieron a la revista militar en el entonces Parque Cousiño, hoy Parque O’Higgins. Desde la tribuna presidencial, disfrutaron del tradicional brindis de chicha en cacho y un pie de cueca, antes de presenciar la Parada Militar. La jornada concluyó con una cena ofrecida por el mandatario italiano en la Embajada de Italia como muestra de agradecimiento a su anfitrión.
La agenda de Saragat en Chile culminó el lunes 20 de septiembre con visitas a la Corte Suprema y al Congreso Nacional. En ambas instancias, destacó el sistema democrático chileno y los valores de su pueblo. Tras un almuerzo privado y un breve descanso en el Palacio Cousiño, el Presidente italiano y su comitiva se dirigieron al aeropuerto de Los Cerrillos. Allí fueron despedidos por Eduardo Frei Montalva y decenas de personas que se congregaron en las terrazas para rendirle homenaje. Su avión partió rumbo a Perú, escoltado durante los primeros minutos de vuelo por ocho aeronaves de la Fuerza Aérea.
La visita de Giuseppe Saragat reflejó el creciente reconocimiento de Europa hacia Chile y América Latina como actores relevantes en el escenario mundial. Se evidenció el interés en conocer la realidad de la región, sus desafíos y limitaciones en materia de progreso y democracia. Tanto Italia como Chile coincidieron en que América Latina no requería de la ayuda paternalista de los países desarrollados, sino de su cooperación en condiciones de igualdad.
Como resultado de los encuentros sostenidos en julio en Italia y en septiembre en Chile, ambas naciones reafirmaron su compromiso de cooperación bilateral. Se acordó la creación de una comisión ministerial mixta que celebraría reuniones anuales, destinada a fomentar la inversión italiana en Chile y a fortalecer las políticas comerciales y financieras. Durante la estadía de Saragat, se confirmó también la apertura de una línea de crédito por 10 millones de dólares destinada al desarrollo industrial chileno.
Otro aspecto relevante de esta relación fue la intención de ampliar la cooperación más allá de lo económico y comercial, incorporando la asistencia técnica en diversas áreas, con miras a un desarrollo de mediano y largo plazo. Fruto de ello, en 1966 se creó una organización intergubernamental de cooperación ítalo-latinoamericana para el desarrollo en los ámbitos socioeconómico, cultural y científico, uno de los grandes anuncios de la gira de Saragat.
Finalmente, y en consonancia con el contexto político internacional de la época, Frei y Saragat coincidieron en apoyar los esfuerzos para reducir la tensión mundial, abogando por el desarme, la paz y el respeto a los derechos humanos como garantías para la democracia y la libertad de los pueblos.
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