Destacado del mes: “Churchill, el Artista”

4 de noviembre de 2024

 

“Si no fuera por la pintura, no podría vivir”

Sesquicentenario del natalicio de Winston Churchill

 

Este mes de noviembre, se cumplen 150 años del nacimiento de uno de los hombres más importantes de la historia contemporánea, el británico Winston Churchill. 

Conocido por su legado político, por su obra gubernamental y su influencia en el concierto mundial durante la primera mitad del siglo XX, Churchill fue también un apasionado pintor, llegando a producir varios centenares de cuadros durante los casi 50 años que dedicó a esta disciplina en la que encontró refugio y calma de su ajetreada vida pública.

 

Winston Churchill pintando a comienzos de la década de 1950.
Colección Churchill Archives Centre

Siendo su faceta menos conocida, hemos querido rescatar, en Casa Museo EFM, para ustedes algunas interesantes reflexiones de palabras de su nieta en esta conmemoración del sesquicentenario de su nacimiento.

Winston Churchill nació en Oxfordshire el 30 de noviembre de 1874. Hijo de padre británico y madre estadounidense, gozó de una acomodada infancia gracias a la situación de éstos a pesar de no mantener una relación muy cercana debido a los numerosos compromisos sociales propios de su clase.

Desde muy joven mostró su llamativo carácter rebelde e indisciplinado, con un gran interés y habilidades en cuestiones de política, historia y lengua inglesa, pero con un desempeño académico mediocre en aquellas materias que no le eran de su gusto, situación que mantuvo una tensión constante en la relación con su progenitor.

Cuando el joven Churchill bordeaba los 12 años, la carrera política de su padre comenzó su declive, a lo que se sumó un deterioro progresivo en su salud física y mental y un desastre financiero familiar que llegó al punto más álgido con el fallecimiento de Randolph Churchill en 1895. En paralelo, el joven Winston atravesó su adolescencia en Harrow School sin mayores cambios en su conducta y calificaciones, por lo que su padre decide enviarlo a la academia militar como una forma de asegurar un futuro para aquel hijo del cual no tenía la mejor imagen.

 

A diferencia de su formación escolar, aquellos meses de preparación militar que pasó en Sandhurst fueron una etapa mucho más satisfactoria para él, dado su gusto por los estudios de doctrina e historia, los entrenamientos en equitación o las tácticas de batalla. Sin embargo, faltando casi un mes para graduarse como oficial, la muerte de su padre marcó un punto importante en su vida encontrándose de frente con el anhelo inconcluso de acercarse y conocerlo mejor, al mismo tiempo que se abría ante él la posibilidad de emprender su vida con mayor libertad, ya convertido en adulto y sin la presencia exigente de su progenitor.

A los 21 años, el subteniente Winston Spencer Churchill comenzaba su vida militar con su asignación al 4° Regimiento de Húsares. En esta nueva etapa y por lo menos durante los siguientes 5 años, Churchill se fijó el objetivo de hacerse un nombre y trabajó arduamente para ello. Compatibilizó los momentos de escasa actividad militar de su unidad con horas de estudio de historia, filosofía y política; combinó su obstinado carácter, sus habilidades retóricas y los contactos que su madre mantenía en la alta sociedad británica para conseguir ser enviado a América, Asia y África como corresponsal de guerra para diferentes diarios ingleses por algunos períodos; publicó sus dos primeros libros, fruto de sus experiencias en la India y el sur de Egipto, The story of the Malakand Field Force (1898) y The river war (1899). Así, cuando volvió a Londres en 1899 y presentó su renuncia formal al ejército, había atraído hacia sí la suficiente atención como para recibir su primera oferta de candidatura por el partido conservador para una elección parcial al parlamento, sufriendo su primera derrota electoral y una lección para sí de aquellos aspectos en los que debía seguir trabajando, aun cuando muchos vieron en él,  la joven promesa de un gran político.

Winston Churchill en 1940. Colección Churchill Archives Centre

El momento álgido con el que coronaría su juventud, antes de iniciar la apasionante carrera política que lo hizo mundialmente conocido hasta nuestros días, fue su participación como corresponsal para el Morning Post en el conflicto que enfrentó a ingleses y descendientes de los colonos holandeses, bóers, en territorio sudafricano a fines de 1899. Allí, Churchill se coronó como un héroe luego de protagonizar una cinematográfica huida tras haber sido tomado prisionero, volvió a Londres como una celebridad, viajó por Inglaterra, Canadá y Estados Unidos dando conferencias y relatando sus vivencias, para luego dar inicio al nuevo siglo -su siglo- con un puesto propio en la Cámara de los Comunes en el Parlamento.

Durante el siglo XX, la vida de Winston Churchill, coincidió con todos aquellos hitos que fueron marcando la historia de su país, del continente y, por qué no, del mundo. Vivenció una serie de pequeños conflictos bélicos en su juventud; justo cuando iniciaba su carrera política presenció el fin de del período más glorioso de la historia británica tras la muerte de la Reina Victoria en febrero de 1901; participó, en diferentes cargos, en la toma de decisiones en el gobierno británico durante las dos guerras mundiales; durante sus 90 años vio pasar frente a sus ojos el fin del Imperio Británico y el reinado de 6 monarcas. No es en vano que su figura sea reconocida hasta nuestros días como uno de los hombres más importantes del siglo pasado.

Sin embargo, hay un aspecto de su vida que es mucho menos conocido y al cual sólo en los últimos años se le ha dado más reconocimiento, su faceta como pintor. Y es que pocas personas saben que Churchill fue un pintor apasionado y que esta expresión artística se transformó en parte fundamental de su vida en su adultez.

Churchill comenzó a pintar alrededor de sus 40 años como una forma de despejar su mente ante el ajetreo de su trabajo, como consuelo en sus momentos difíciles y como una herramienta para cuidar de su salud mental.

Su producción artística es enorme, si consideramos que, de sus 90 años, prácticamente 70 los pasó sumergido en la vida pública, llegó a pintar unos 500 cuadros entre 1915 y 1960, la mayoría de ellos se acumularon en las paredes de su hogar y otras tantas las obsequió. Hoy varias de sus obras forman parte de colecciones de museos, otras están en manos de compradores privados e incluso algunas adornan las paredes de palacios británicos, como Buckingham.

En el rescate, estudio y puesta en valor de este lado artístico de Churchill juega un papel muy importante el America’s National Churchill Museum quienes han realizado diversas iniciativas en pos de preservar y difundir su legado en los diferentes aspectos de su vida, entre ellos sus pinturas, realizando exhibiciones, publicando artículos y recolectando antecedentes de las obras dispersas por el mundo.

 

Como resultado de estas iniciativas y en palabras de su propia nieta, la artista Edwina Sandys es que hoy la figura de su abuelo puede ser reconocida y valorada más allá de lo político, pues también está su legado en su obra bibliográfica y artística. Ella misma expresa, en un artículo publicado en la revista The Churchillian publicada por el museo antes mencionado, que es muy consciente de que Churchill ha inspirado a cientos de miles de personas en el mundo en diferentes maneras y a ella específicamente en su faceta de pintor pues fue el primer artista al que conoció en su vida.

Sandys y otros especialistas que han estudiado el legado pictórico churchilliano resalta el hecho de que, como en ningún otro aspecto de la vida de su abuelo, en sus cuadros no hay política, “él pintó por puro placer, canalizando su alegría de vivir sobre el lienzo”.

También en el artículo mencionado, publicado en 2012 con el título “Winston Churchill: His art reflects his life” se expone una interesante reflexión respecto a cómo sus obras reflejan aquellas características que siempre se han destacado respecto de su personalidad. Partiendo por su audacia pues, así como en la política, también en la pintura fue tremendamente audaz para su época. Eligió temáticas clásicas la mayoría de las veces, como paisajes, jardines, arquitecturas, pero también se aventuró en escenarios insólitos, llegando a pintar en plena trinchera buscando captar el peligro del momento (1916, Bélgica). La audacia lo llevó a buscar en la pintura un refugio a la inactividad cuando debió renunciar como ministro en 1915 y escribió un libro donde habló de cómo la pintura fue un apoyo para él titulado La pintura como pasatiempo. Fue audaz en la técnica, con sus clásicas pinceladas frenéticas y el uso del color, con su evidente y a veces criticada preferencia por los colores brillantes.

También su nieta recalca el cómo su abuelo se muestra incontenible también en la pintura. Su carrera política habla por sí sola de esta cualidad de Churchill y su arte es también esa esencia suya incontenible, su vía de escape, su pequeño acto de rebeldía entre los compromisos de su vida pública. De igual forma la reflexión la lleva a destacar cómo su abuelo amaba la vida. Amaba todo lo que hacía y se rodeaba de sus seres amados, su familia, sus amigos. No había separación entre su trabajo y su “vida privada”, porque todo para él era parte de su vida. Así también amaba pintar, el acto de hacerlo y lo que en sus obras plasmaba, en palabras de Edwina “pintaba lo que amaba”.

Winston Churchill pintando durante sus últimos años. Colección America’s
National Churchill Museum.

Finalmente, el artículo cierra con la idea de cómo para Churchill la gran fuente de inspiración en prácticamente todo lo que hacía era la gente y sus acciones. Al leer sus discursos es donde se hace más evidente, pero al observar sus pinturas el espectador se reencuentra con esa sustancia propia de uno de los hombres más influyentes del siglo XX.

Luego de una larga, acontecida y apasionante vida, Churchill falleció luego de una década retirado del poder. Esos últimos años fueron duros para él, alejado de la vida pública parecieron años demasiado largos. Con una relación más bien distante con sus hijos y compartiendo cada vez menos con su esposa, que  también estaba  enferma, cumplió 90 años en noviembre de 1964. Poco después se enfermaría gravemente, situación que atrajo a su familia a su alrededor ante la compleja salud de Winston. Finalmente falleció el 24 de enero de 1965, el mismo día que se cumplían 70 años de la muerte de su propio padre.

Winston Churchill es, sin duda, uno de los hombres más influyentes y reconocidos del siglo XX, no en vano la prensa mundial dedicó páginas a su persona tras su muerte, llegando incluso a ser nombrado Hombre del Siglo por la revista Life. Su vida encarnó una época completa de la historia británica, quizás de las más destacadas y a medida que las décadas han pasado, aparecen las valoraciones, las críticas y las reinterpretaciones a su obra política. De igual manera fueron emergiendo sus otros legados, como su producción bibliográfica que lo hizo acreedor del Premio Nobel de Literatura en 1953, o su obra pictórica a la que hemos hecho referencia en este artículo, como parte de la herencia cultural de un hombre y su época.

“Las pinturas de Winston Churchill perduran y, como una ola en un estanque, son disfrutadas por un círculo de personas cada vez mayor. Todos somos herederos de su arte, una parte tangible de su vida, hecha por sus propias manos y tocada por su espíritu. El final no es final, el espíritu de Winston Churchill sigue vivo a través de su arte. La pintura está seca en el lienzo, pero la imagen perdura.” (Sandys, 2012)

Revista VEA, 21 de enero de 1965. Colección Casa Museo Eduardo Frei
Montalva.

 

Te recomendamos.

America’s National Churchill Musem https://www.nationalchurchillmuseum.org/

International Churchill Society https://winstonchurchill.org

Churchill Archives Centre https://archives.chu.cam.ac.uk/

 

 

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