Destacado del mes: “Chile y los Orígenes de la Aviación”

4 de marzo de 2024

Destacado del mes:

Chile y los orígenes de la aviación

A 95 años de la creación de la Línea Aeropostal Santiago-Arica

La historia de nuestro país está, como la de cualquier otro, llena de momentos únicos y de procesos poco conocidos, pero que esconden un enorme significado para el devenir de las naciones y que dicen mucho del carácter de los hombres y mujeres de nuestras sociedades.

En el caso chileno, por ejemplo, poco se conoce a nivel general del desarrollo de la aviación, por allá por los inicios del siglo XX. Muchos de nosotros conocemos el refrán “más perdido que el Teniente Bello”, pero escasamente nos detenemos a reflexionar sobre la historia tras esta popular frase de nuestra cultura popular.

De igual forma, se desconoce el hecho de que en Chile existen verdaderos pioneros continentales de la aviación civil, militar y comercial, que se atrevieron a traer estos innovadores y muchas veces temidos aparatos con el único fin de hacer realidad uno de los más antiguos y anhelados sueños del ser humano, volar.

Un 5 de marzo de 1929 se fundaba la Línea Aeropostal Santiago-Arica, precursora de nuestra emblemática Línea Aérea Nacional-LAN y al cumplirse 95 años de la creación de este primer servicio postal aéreo estatal en Chile, nos parece una ocasión perfecta para recordar los primeros años de la aviación nacional y que fueron el antecedente de esta iniciativa que marcaría un hito en la historia de la aviación comercial del país.

 

Sobre los inicios de la aviación mundial, específicamente sobre quién ostenta el mérito de haber realizado el primer vuelo en un aparato de este tipo en la historia de la humanidad, hasta el día de hoy existen discrepancias. Y es que cuando se dan estas situaciones en las que está en juego el reconocimiento histórico mundial, afloran los egos personales y nacionales dificultando aún más el llegar a un consenso. Pero como no es nuestro objetivo el zanjar esta “polémica”, simplemente nos limitaremos a mencionar que existen dos hitos que comparten el mérito del primer vuelo de este tipo.

Si nos remitimos a los eventos en su orden cronológico, tenemos en primer lugar el momento protagonizado por los hermanos Wright, específicamente por Orville Wright, quien el 17 de diciembre de 1903 en Estados Unidos consigue, en un aparato construido junto a su hermano, realizar un vuelo de 12 segundos en el que cubrió la distancia de 37 metros.

Años más tarde, en París, Francia y en el contexto de una exhibición pública, el brasileño Alberto Santos-Dumont, también en un aparato de diseño y construcción propias, realiza un vuelo de 60 metros el 23 de octubre de 1906.

Respecto de la discusión sobre cuál de estos vuelos debiese considerarse el primero de la historia, la falta de consenso radica en las diferencias entre ambos hitos y de las cuales expondremos algunas. Primero, el tipo de aeronave que realiza la maniobra, pues mientras el vuelo de los Wrigth se realizó con apoyo de rieles para conducir el aparato y una catapulta para impulsarlo, el de Santos Dumont podía ser conducido por el piloto y se auto propulsada. En segundo lugar, la controversia se alimenta de la distancia cubierta en cada ocasión, pues mientras Orville Wright vuela 37 metros, Alberto Santos-Dumont cubre una distancia de casi el doble, como mencionamos anteriormente. Esto hace que algunos incluso califiquen el vuelo de los Wright como apenas un despegue. Finalmente, podemos mencionar que otra parte importante del debate está sustentado en la falta de testigos o registros que de cuenta del vuelo de los Wright, pues de hecho, cuando se llevó a cabo la demostración de Santos-Dumont en 1906, la hazaña llevada a cabo años antes era conocida por un círculo muy reducido de personas.

Sea cual sea el evento que queramos considerar como el primero en la historia, es un hecho indiscutible que a partir de la primera década del siglo XX los esfuerzos por volar en este tipo de aparatos se multiplicaron, con el desarrollo de diversos prototipos en la búsqueda por cubrir distancias más largas y mayor autonomía de vuelo.

De esta forma, poco antes del cambio de década ya existen los aviones con motores que permitían un par de horas de vuelo, los cuales no tardaron en llegar a nuestro país por iniciativa privados que deseaban probar en nuestros cielos este nuevo, avezado y también temido medio de transporte.

Chile no permaneció ajeno a los avances tecnológicos que, junto al surgimiento de la aviación se sucedieron por aquella época, y es que la llegada de la electricidad, el tranvía, el automóvil o el cine, contribuyeron a un clima de progreso con el que se dio la bienvenida al nuevo siglo y se planificaron diversas actividades para celebrar el Centenario de la Independencia (1910). En este contexto se llevó a cabo el primer vuelo de este tipo en nuestro país, proeza a cargo de César Copetta, quien se elevó en los campos ñuñoínos en una demostración realizada frente a una serie de asombrados espectadores el 21 de agosto de 1910. A partir de este momento, la aviación se transformaría en una actividad que llamaría la atención profundamente la atención, motivando varias demostraciones aéreas durante el siguiente par de años.

Mientras tanto en Europa, la incorporación de aviones en los servicios militares se hizo una práctica en varios países del viejo continente, lo cual además provocó un impulso en el perfeccionamiento de estos aparatos. Se desarrollaron aeronaves más estables, resistentes y con mayor autonomía en vuelo, mejoraron las condiciones de seguridad y el entrenamiento de los pilotos, que permitieron a los ejércitos de países como Italia (1911) y Bélgica (1912-1913) utilizar aviones en operaciones militares contra el Imperio Otomano. Posteriormente, prácticamente todos los Estados involucrados llevaron a cabo maniobras de ataque y defensa aérea durante la Primera Guerra Mundial por primera vez en la historia.

Por supuesto nuestro país no se quedaría atrás, rápidamente el Estado chileno decide también dar impulso a la aviación militar, creando las primeras instituciones especializadas y ordenando la compra de aviones. Así, en 1913 nace la Escuela de Aviación al mando del oficial Manuel Ávalos, se habilitarían los terrenos fiscales de Lo Espejo (hoy Base Aérea El Bosque) para la realización de vuelos de entrenamiento y comenzaría la formación de los primeros aviadores chilenos.

Desafortunadamente, por ese entonces las condiciones de seguridad en la aeronáutica no eran ni remotamente similares a las actuales, los aviones era precarios e inestables, tampoco existía tecnología de apoyo externo durante el vuelo, como los radares que aparecieron un par de décadas después, estando así los pilotos expuestos a las inclemencias del tiempo, la geografía o la falta de luz, haciendo que se sucedieran muchos accidentes, varios de ellos con consecuencias fatales, como el de Francisco Mery en enero de 1914, primer mártir de la aviación militar o la trágica desaparición del Teniente Alejandro Bello durante su vuelo de graduación y que dio vida a un célebre refrán chileno. Aun así y pese a los riesgos, el ímpetu por no quedar atrás en la conquista de los cielos impulsó a los pilotos a realizar vuelos más largos, a conectar diferentes zonas de nuestro país y también motivó la hazaña del primer cruce de la Cordillera de Los Andes en aeroplano que llevó a cabo el piloto Dagoberto Godoy el 12 de diciembre de 1918.

Varios años más adelante, durante la segunda mitad de la década de 1920 y gracias a las gestiones de Arturo Merino Benítez, el 21 de marzo de 1930 nacería la Fuerza Aérea de Chile, institución que unificaría en un solo organismo estatal todos los servicios aéreos militares que se mantenían dispersos entre el Ejército y la Armada, pero esa historia la dejaremos para otra ocasión.

Respecto al surgimiento del servicio aeropostal en nuestro país, que es lo que nos convoca en esta oportunidad, retrocedemos nuevamente a los años posteriores al vuelo de César Copetta, pues tras la novedosa demostración de este nuevo medio de transporte y ya dejando de la lado el romanticismo propio de este tipo de acontecimientos, tanto en Chile como en el extranjero se realizaron cada vez más vuelos con el objetivo de conectar diferentes zonas y ciudades y se aprovecharon estas ocasiones para transportar correspondencia como muestra del progreso en las comunicaciones que este medio podría significar.

El primer vuelo postal en el mundo lo realizó el piloto Henrí Péquet en la India en el año 1911, pero recién en 1918 se establecería una primera ruta aeropostal en la historia, esta vez en los Estados Unidos, entre las ciudades de Nueva York y Washington.

En Chile, con motivo de la llegada de un nuevo año, Clodomiro Figueroa Ponce organizó un viaje para el 1 de enero de 1919, en el que transportó correspondencia entre Santiago y Valparaíso y para el que incluso mandó imprimir un sello postal especial y cuyo importe le permitió financiar en parte este vuelo. Esta primera iniciativa aeropostal, organizada por particulares, tuvo su despegue en el Club Hípico de Santiago y tras 1 hora y 15 minutos aterrizó en el Parque Playa Ancha, tras lo que el propio piloto repartió personalmente buena parte de las 110 cartas y postales con saludos de año nuevo y trajo de vuelta otro tanto en su regreso a a capital.

Figueroa Ponce también fue el primer piloto chileno en llevar correspondencia hacia Argentina y si bien su avión presentó problemas técnicos que lo obligaron a un aterrizaje de emergencia tras el que no logró completar la ruta de regreso, logró la entrega exitosa de la valija que transportaba ese 20 de agosto de 1921.

A partir del vuelo aeropostal Santiago-Valparaíso de 1919 se realizaron varios vuelos más a modo de prueba para la implementación de este servicio, tanto hacia Argentina como hacia el norte de Chile. La mayoría de estos vuelos correspondieron a iniciativas privadas y en el caso de los vuelos militares, que no tenían como objetivo el transporte de correspondencia, en varias ocasiones fueron aprovechados para ello de forma gratuita.

A diferencia de lo que ocurrió en países como Estados Unidos, donde fue posible establecer servicio aeropostal antes del cambio de década, en Chile esto se vio dificultado por la falta de recursos, pues los empresarios que intentaron impulsar este negocio en nuestro país no contaban con los grandes capitales necesarios para adquirir aeronaves, a lo que se sumó la falta de pilotos entrenados para ello, al igual que la falta de personal de mantenimiento como mecánicos y técnicos. Aún así los empeños no faltaron siendo uno de los proyectos más ambiciosos el emprendido por un acaudalado comerciante francés residente en Valparaíso, que en 1924 obtuvo los permisos para organizar un servicio comercial aéreo. Desafortunadamente, Luis Testad Basse debió desechar la mayor parte de su ambicioso plan original por lo costoso de éste, logrando apenas implementar un precario servicio entre Santiago y Valparaíso que apenas funcionó entre mayo de 1927 y marzo de 1928.

El empeño puesto en establecer este tipo de servicios obedece a una tendencia posterior a la Primera Guerra Mundial, en la que la aviación, cuyo principal uso hasta entonces se había dado en el contexto militar, amplia su uso hacia lo comercial. Mencionamos esto porque este nuevo foco de desarrollo desencadenará una serie de desafíos, oportunidades, cambios y preocupaciones para empresarios y también para los Estados, pues el establecimiento de rutas comerciales internacionales planteó el debate de la soberanía del espacio aéreo, obligando a las autoridades a replantearse el rol público en este tipo de emprendimientos.

En el continente americano y tras el auge que este negocio tuvo en los Estados Unidos, la presión hacia los otros países por abrir sus cielos a las líneas comerciales no fue menor, aun más cuando estos se encontraban en clara desventaja económica frente al país del norte para establecer sus propios servicios, como lo mencionábamos anteriormente en el caso chileno. Fue entonces que Chile nuevamente se convierte en pionero en la región, cuando el Estado decide involucrarse activamente en la promoción y desarrollo de la aviación comercial como una estrategia para hacer frente a la presión estadounidense.

Fue entonces que, tras una ardua planificación que involucró al servicio de correos, la aviación militar y el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, el 5 de marzo de 1929 se inauguraba la Línea Aeropostal Santiago-Arica, el primer servicio estatal de este tipo en Chile. Su primer vuelo despegó a las 8.30 hrs de la actual Base Aérea El Bosque, a cargo del piloto Arturo Meneses, encargado de realizar el primer tramo entre Santiago y Ovalle; el relevo estuvo a cargo del teniente Ramón Lisboa, quien salió a eso de las 11.20 hrs rumbo a Copiapó y de ahí un par de relevos más hasta que finalmente a las 18 hrs el teniente Emilio Larraín aterrizaba en Arica completando exitosamente el primer servicio de la aerolínea.

La decisión de que la ruta se estableciera sólo hacia el norte obedece a las condiciones del clima de nuestro país, pues la lluvias, vientos y nubosidad dificultaban sobremanera el volar de forma segura hacia las ciudades del sur, a lo que se suma que por el momento la cantidad de aviones y pilotos disponibles no eran suficientes para implementar tantas rutas.

Nuevamente queremos mencionar que por las condiciones tecnológicas de la época los accidentes eran frecuentes y para poder actuar en casos de emergencias, a falta de un sistema de comunicaciones entre los aeródromos y los pilotos, se recurría a las oficinas de telégrafos para el seguimiento de los vuelos o ante la sospecha de accidente ante el retraso o extravío de los pilotos.

El primer accidente con resultado fatal de la Línea aeropostal ocurrió apenas un par de días de inaugurado el servicio, el 17 de marzo de 1929. A raíz de este evento surgieron críticas a la aerolínea, por el uso de biplanos en vez de otros aparatos disponibles que eran más seguros o resistentes y ante la presión porque los pilotos cumplieran con los horarios aun cuando las condiciones climáticas no fueran las óptimas. Después de esto vinieron algunos cambios en los aviones destinados al servicio, que permitieron consolidar el servicio, incorporar el transporte de algunos pasajeros y comenzar a explorar rutas hacia el sur. Así, hacia fines de 1930 e inicios de 1931, aprovechando el buen clima de la temporada estival, se hicieron los primeros vuelos Santiago-Puerto Montt y Santiago-Puerto Aysén, con escalas en Chillán y Temuco.

Tras esta primera etapa de la aviación comercial en Chile, liderada por la Línea aeropostal Santiago-Arica, el Estado dio el siguiente paso de expansión con la creación de la Línea Aérea Nacional-LAN, fusionando el servicio aeropostal y el transporte de pasajeros en una empresa estatal que hasta la década de 1950 tuvo el monopolio de la aviación comercial en el país, con el uso exclusivo de aeropuertos y aeródromos, el apoyo de la maestranza militar para el mantenimiento de las aeronaves y un equipo de pilotos profesionales cedidos por la Fuerza Aérea, al menos durante los primeros años de la aerolínea.

A partir de este momento, LAN continuó expandiendo sus servicios, consiguiendo en 1937 abarcar buena parte del territorio nacional, con el establecimiento de vuelos regulares hacia la región de Magallanes y hacia mediados de la década de los 60, en pleno gobierno de Eduardo Frei Montalva, abarcando con sus rutas todo Chile continental tras un camino de medio de siglo desde ese primer vuelo en los campos de la actual comuna de Ñuñoa ocurrido en 1910.

A modo de cierre, solo queremos comentar que el entusiasmo chileno por la aviación hizo famoso a nuestro país en el continente, de igual forma que nuestro servicio aeropostal, tanto así que en la película de Disney Saludos amigos (1943), nuestro país es representado por el personaje de Pedro, un pequeño avión de la ruta aeropostal Santiago-Mendoza.

Y es que esta fascinación por la aviación no sólo motivó el surgimiento de servicios postales y militares, también nos dejó grandes personajes para la historia, como Margot Duhalde, quien antes de cumplir los 18 años se graduó como piloto civil en 1938 -tras mentir sobre su edad para poder hacer el curso correspondiente- y quien se convertiría en la primera piloto de guerra chilena, al combatir en la Segunda Guerra Mundial; dedicó toda su vida a la aeronáutica civil y militar hasta que falleció hace apenas un par de años (2018), siendo quizás una de las más importantes, pero más desconocida figura del desarrollo de la aviación en Chile.

 

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