Destacado del Mes: A 60 años del hundimiento del Janequeo

30 de julio de 2025

El rescate que llevó a un desastre
A 60 años del hundimiento del Janequeo

En este mes de agosto, Casa Museo Eduardo Frei Montalva recuerda un episodio que marcó profundamente a la opinión pública en 1965: una tragedia marítima ocurrida frente a las costas del sur de Chile que costó la vida a numerosos marinos de la Armada. Una historia de valentía, errores, decisiones críticas y condiciones extremas, que transformó a los caídos en mártires y a los sobrevivientes en testigos de una de las mayores tragedias navales del siglo XX en el país.

El temporal de 1965

Ese invierno, gran parte de Chile fue azotado por un fuerte temporal que provocó extensos daños en 22 de las 25 provincias en que se dividía el territorio nacional. Miles de personas quedaron damnificadas y fueron alojadas en albergues improvisados, mientras los equipos de emergencia intentaban contener los efectos del desastre.

Las cifras oficiales sobre la cantidad de afectados y los daños materiales variaban según región, pero en todas ellas se reportaron pérdidas significativas tanto en infraestructura pública como privada. La magnitud del evento motivó el envío de ayuda internacional desde distintos países, gestionada a través de sus respectivas embajadas en Chile.

Al rescate de Leucotón

En ese contexto, el patrullero Leucotón, perteneciente a la Armada de Chile, tenía como misión reencender algunos faros en el archipiélago de Chiloé. Había zarpado desde Talcahuano y tras cumplir con esta tarea, debía regresar al continente para escoltar al ferry Alonso de Ercilla hasta Puerto Montt. En principio era una operación de rutina, sin embargo, las condiciones meteorológicas convirtieron esa misión en una peligrosa travesía.

El 2 de agosto, un día después de zarpar, el Leucotón se enfrentó a una fuerte marejada que lo sacudió con violencia, provocando un recalentamiento en uno de sus motores por fallas en el sistema de refrigeración. Ante el riesgo creciente, el comandante de la nave optó por refugiarse en la caleta Lliuco de la bahía San Pedro, frente a la localidad de Purranque, en la provincia de Osorno.

Allí, la tripulación logró detectar y reparar la avería. Las condiciones del mar, sin embargo seguían siendo desfavorables, por lo que decidieron permanecer en el lugar hasta que el temporal amainara. Durante la noche intentaron una nueva maniobra para cubrirse, esta vez en un lugar sugerido por la carta de navegación, pero una ola gigante sorprendió al buque, haciéndolo virar bruscamente y encallarlo de costado, a unos 250 metros de la costa.

La operación de rescate

Ante el estado del Leucotón, la Segunda Zona Naval organizó una operación de rescate. Diversas embarcaciones recibieron órdenes de dirigirse al lugar desde distintos puntos del sur. Desde la isla Mocha zarpó el remolcador Cabrales desde Talcahuano, la corbeta Casma y el ATF Yelcho y desde Puerto Montt, el remolcador Galvarino. Además, desde Valparaíso, el comandante en jefe de la Escuadra despachó a la escampavía Janequeo, con el objetivo de asistir en el reflote del Leucotón.

El Janequeo llegó el 4 de agosto, minutos después de las ocho de la noche y el Cabrales arribó al día siguiente. Sin embargo, la operación resultó mucho más compleja de lo previsto. El Leucotón tenía las máquinas detenidas, había quedado encallado de una forma poco favorable, y las corrientes, el viento y la resaca parecían empujarlo aún más contra la costa.

Las naves de apoyo no podían acercarse a menos de 300 metros del buque encallado, por lo que se solicitó la ayuda de un helicóptero para facilitar el traslado de personas o equipos. Al estar el Janequeo y el Cabrales en la zona, se reasignó al Galvarino a otras tareas como continuar con la labor de reencendido de faros en Chiloé.

Días de esfuerzo sin éxito

El 11 de agosto se reanudaron los intentos de remolque. Sin embargo, las maniobras fallaron, ya que dos de los cables utilizados se cortaron y quedaron enredados en el eje de la hélice. El 12 de agosto, buzos especializados intentaron liberar los alambres sin éxito. Finalmente, se concluyó que era necesario extraer el eje, algo que sólo podía realizarse en un dique.

Se resolvió que el Cabrales llevaría al Janequeo al lugar recomendado, ubicado a unos 600 metros de la roca Campanario. Una vez allí, el Janequeo continuó trabajando en el reflote del Leucotón.

El 13 de agosto, la Segunda Zona Naval[1] ordenó a la corbeta Casma colaborar específicamente con el Janequeo para llevarlo a Talcahuano. El mal tiempo persistía en gran parte del país, y el Casma sólo logró llegar a la zona la mañana del 15 de agosto, pero no pudo entrar a la bahía.

El desastre

Ese mismo 15 de agosto, la cadena del ancla del Janequeo se rompió. La nave fue arrastrada por la corriente hasta la roca Campanario. Se intentó cubrir el ancla de estribor, pero no fue suficiente. A los pocos minutos, el buque chocó con la roca.

El comandante del Janequeo pidió al Cabrales que no intentara asistirlos, argumentando que sería inútil y peligroso. En lugar de ello, ordenó lanzar al mar cualquier objeto flotante que pudiera ayudar a la tripulación. Reunió a sus hombres, les pidió colocarse los chalecos salvavidas y mantenerse en cubierta con la esperanza de que el buque lograra vararse en las rocas.

A las 08:54 horas la situación empeoró y la marea empujó violentamente al Janequeo contra la roca Campanario y el casco comenzó a romperse.

A las 09:19 horas se quebró el palo mayor y dos minutos después, el casco del buque se partió en dos. Una roca perforó el puente, provocando la muerte inmediata del radiotelegrafista y dejando herido al comandante Hemmerdinger, quien lideraba la operación de rescate.

Cerca de las 10:00 horas, se rompió el palo trinquete y la tripulación comenzó a lanzarse al mar para alcanzar las rocas cercanas. Varios murieron al ser golpeados entre el casco del barco y las rocas por las fuertes olas. “La oficialidad permaneció hasta el último momento en el puente de mando. Era el único lugar del buque que quedaba en pie”, relataría luego un sobreviviente.

El heroísmo del Leucotón

A pesar de estar encallado y parcialmente inundado, el Leucotón organizó una patrulla de veinte hombres para ayudar a los tripulantes del Janequeo. Además, se pidió a dos voluntarios que llevaran una soga guía hasta una ballenera varada en la playa, para facilitar el desembarco.

Un marino y un buzo se ofrecieron. Cuando el primero se deslizó por la soga fue arrastrado por las olas. Estos últimos no dudaron en lanzarse al mar para rescatarlo, pero desgraciadamente fueron arrastrados por la corriente durante varios minutos, hasta que lograron llegar a la ribera del río Lliuco. Allí, el marino perdió el conocimiento y fue asistido por vecinos de la zona. Una vez que recobró La conciencia regresó al mar para seguir rescatando a sus compañeros donde ágilmente alcanzó la roca Campanario desde la playa y logró salvar a dos marinos más. Luego regresó y rescató a otros tres. Cuando intentaba salvar a un cuarto, una ola gigante lo arrastró mar adentro. Su cuerpo nunca fue recuperado.

Otros miembros de la tripulación también perdieron la vida intentando salvar a sus compañeros. El heroísmo del Leucotón contrastó con el dramatismo de la tragedia.

El dolor de las familias y el país

La información en las primeras horas era confusa, pero rápidamente se hicieron esfuerzos por entregar certezas a las familias, por dolorosas que estas fueran.

Desde distintos rincones del mundo llegaron condolencias. Gobiernos extranjeros, representantes diplomáticos, organizaciones y personas comunes expresaron su pesar. La prensa destacó los nombres de los sobrevivientes y rindió homenaje a los fallecidos.

Los funerales contaron con la presencia del Presidente de la República, ministros, autoridades navales y representantes de diversas instituciones. La ceremonia fue un reconocimiento público a los mártires del Janequeo.

Hasta el 22 de agosto continuaron las labores de rastreo para recuperar los cuerpos de los marinos desaparecidos. Sin embargo, el mar no devolvió a todos.

Memoria y reflexión

A 60 años de esta tragedia, el recuerdo del hundimiento del Janequeo sigue presente como un llamado a la memoria, al análisis y a la reflexión. La combinación de decisiones humanas, condiciones climáticas extremas y limitaciones técnicas dejó una profunda lección en la historia naval de Chile.

Los caídos no sólo murieron cumpliendo con su deber, sino que entregaron su vida intentando salvar a otros. Sus nombres y acciones forman parte del patrimonio humano que Casa Museo Eduardo Frei Montalva se compromete a preservar y difundir, especialmente para las nuevas generaciones.

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[1] Es un comando regional dependiente de la Armada, una división geográfica y administrativa que se encarga de la vigilancia y resguardo de una zona específica. En este caso se encuentra en Talcahuano.

Referencias:

 

 

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