El sábado 12 de diciembre de 1964 pudo ser otro día normal en la vida de la familia Williamson Wenzel. El padre, Alejo, desayunando junto a su esposa, Erna y viendo a su hija de once años, Elizabeth, jugar.
Antes de salir y advertir que iba a San Felipe, Alejo le pidió a su esposa que le pasara una foto en la que aparecieran los tres y un par de botas gruesas. En el momento a Erna no le pareció extraña la petición; luego de entregarle las cosas, se despidió de él.
Pero cerca de las ocho de la tarde, Erna se enteró de que su esposo estaba al otro lado de la cordillera, específicamente en el Plumerillo, un aeródromo en Mendoza.
Después de un viaje de casi seis horas, Alejo Williamson desde el aeródromo Lo Castillo, de Vitacura, en su planeador Blanik L-13, llegó sin aviso a la ciudad fronteriza, cruzando por el paso del Cristo Redentor.
Este hombre nacido en San Bernardo fue el primero en cruzar la cordillera de los Andes en un vehículo sin motor. Lo hizo el mismo día en el que en Chile se celebra a la aviación, además de ser también el día en el que Dagoberto Godoy cruzó la cordillera, en 1918 en un avión con motor.
Vuelo Santiago-Mendoza sin escalas
El vuelo duró exactamente 5 horas con 55 minutos. Todo comenzó a las 12:09 del día gracias al remolque de Jorge Kunze, piloto civil y cercano a Alejo Williamson, que lo elevó hasta los 700 metros de altura. Sin embargo, Alejo tuvo que bajar hasta los 400 metros para, como él mismo dijo, empezar desde bien abajo.
A pesar de que todo resultó bien, el viaje no estuvo exento de riesgos. Como el mismo piloto comentó: “En tres oportunidades, las alas de mi planeador rozaron prácticamente las rocas de los picachos andinos y si me salvé fue porque Dios es grande”. El segundo momento crítico fue cuando perdió altura (por una falta de corriente ascendente) mientras pasaba sobre el lecho del río Mendoza. Estando a 300 metros del suelo, sintió miedo y pensó en que debería aterrizar en el lecho del río, “dónde jamás me habrían encontrado y los cóndores me habrían liquidado.”
Por último, la tercera vez que sintió que peligraba su misión fue cuando creyó que no podría cruzar el cordón cordillerano para llegar a Mendoza.
Sin embargo, sus declaraciones respecto a si lograba o no este propósito, muestran lo decidido que estaba en cruzar la cordillera y que para él era peor la sensación de fracaso que cualquier otro resultado. Williamson expresó a la prensa, y también a Frei Montalva, quien lo recibió en la Moneda luego de la hazaña: “El susto que pasé no me lo quita nadie, pero no me arrepiento de lo que hice.”
Eso sí, no todo fue susto en el viaje. Mientras sobrevolaba la zona cordillerana limítrofe, veía el paisaje nevado. “Era maravilloso. Tomé fotografías del Tupungato y del Aconcagua. Al mismo tiempo meditaba si cruzar o no hacia Mendoza. Las condiciones del viento no eran las más recomendables. Entre cruzar y volver, me acordé de esa expresión tan chilena ‘echarle siempre p’adelante’, y me decidí.”
La prensa de la época, le preguntó sobre lo que llevó en el viaje. Él, muy generoso con su historia, comentaba que lo necesario: la foto de su familia, las botas gruesas (ambas se las pidió a su esposa), un sándwich y un tanque de oxígeno, que tenía calculado para ser ocupado durante una hora, por lo que cuando el aire se enrarecía o sentía principios de asfixia, se colocaba la mascarilla por 30 segundos. Lo que tuvo que hacer cuando cruzó junto al Aconcagua, parte de la cordillera que está sobre los 6 mil metros de altura.
Finalmente, comentó otro de los problemas que enfrentó fue cuando su barógrafo dejó de funcionar de un momento a otro: “la tinta del aparato se secó y la pluma no siguió marcando la altitud más allá de los 4 mil metros”. En algún momento llegó a estar a 16 grados bajo cero, lo que explicaría también el problema con el barógrafo. Pero luego pudo reparar el aparato.
Esta proeza de Williamson fue comentada por muy poca gente. Como comentamos, la familia del piloto no sabía qué iba a hacer ese día. En el Club de Planeadores, al que pertenecía y del que fue fundador, también muy pocos estaban en conocimiento. Pero, de todos modos, el Club de Planeadores hizo los arreglos necesarios para un desafío de este tipo. Eso sí, muy de bajo perfil, porque también querían que fuese toda una sorpresa y así fue la llegada a Mendoza.
Los primeros en sorprenderse fueron los oficiales de El Plumerillo, aeródromo de Mendoza. De hecho, le contaron a la prensa que estaban en proceso de cambio de turno, por lo que algunos estaban duchándose, cuando vieron a lo lejos pasar un planeador. Los mismos cuentan que un oficial le dice a otro que no tenían ningún tipo de llegada anotada. Entonces, le responde “¿y no será un chileno?”. A lo que ambos se ríen, para minutos después recibir a Alejo Williamson cerca de las 6 de la tarde (de Chile).
Al mismo tiempo, Alejo Williamson contó que, al por fin ver Mendoza, gritó ¡Viva Chile! Y mientras manejaba su nave, cantaba el Himno Nacional.
Luego, entre conversaciones, contaron que la noticia de la llegada de Williamson a Mendoza fue recibida por medio del Servicio de Control Aéreo del aeropuerto de Los Cerrillos, que es controlado por la Fuerza Aérea y se lo hicieron saber a los dirigentes del Club de Planeadores de Santiago.
Los expertos comentaron
El presidente del Club de Planeadores de ese tiempo, Heinz Krause, quien también estaba enterado de lo que se propuso Alejo Williamson, contó a la prensa de la época que, para volar en un planeador, se necesita estudiar harto, ya que es necesario saber sobre vientos y sus corrientes. Además, comentó que, como competencia deportiva, es distinto al vuelo con una máquina con motor. Ya que la potencia de este no es lo importante, sino tener la capacidad y el conocimiento necesario para saber mantenerse en el aire y avanzar en la dirección trazada.
También dijo que este piloto chileno es quien tiene más horas de vuelo en planeador, unas 1.400 horas, además de ser instructor en este tipo de vuelo.
Comentarios que se hicieron respecto al viaje, el procedimiento y su resultado, es que el Club de Planeadores tiene que comunicar lo sucedido a la Federación Aérea Internacional (FAI), que está en París, para que quede registro de la hazaña. Que este club funciona hace más de 15 años y que Williamson junto a otros pilotos tuvieron la oportunidad de ser becados por el gobierno español para realizar un curso en ese país.
Sobre la nave y su procedencia, dijo que el Blanik L-13 se usa desde hace unos cuatro años en Chile y es conocida en países como la Unión Soviética, EEUU, Canadá o Brasil.
Más adelante, el gráfico del vuelo permitirá analizar las características del vuelo cumplido. Y que la máquina tiene un equipo de radio VHF. Aunque algunos expertos decían que si se consideraba la distancia entre Santiago y Mendoza, era probable que una buena parte del tiempo de vuelo, Alejo Williamson lo destinó para buscar la ruta adecuada.
Aterrizaje en Mendoza
Los primeros en felicitarlo, después del asombro, fueron los oficiales del Plumerillo. El mismo piloto cuenta que se sintió rodeado de amigos quienes le ofrecían desde un cepillo de dientes, hasta alojamiento. Mientras del otro lado de la cordillera, sus compañeros del Club de Planeadores gestionaban todo lo referido a su vuelo, como su retorno a Chile.
Llegó el mismo sábado 12 de diciembre a Argentina y volvió a Chile el martes 15 de diciembre. Esos días en Mendoza, él mismo cuenta que estuvieron llenos de alegría y atenciones por parte de la Fuerza Aérea argentina. Y esos días se alojó en el casino de los oficiales de la Cuarta Brigada de la Fuerza Aérea Argentina.
La primera comunicación prolongada con Chile después de su épico vuelo fue la noche del domingo. Alejo Williamson desde el Plumerillo y desde Santiago, específicamente, desde la casa de Carlos Eastman, presidente de la Federación Aérea, quien estaba junto a colegas del piloto del Club de Planeadores, comentando lo acontecido y esperando poder hablar con el san Bernardino.
De manera formal, en Mendoza, ofreció una conferencia de prensa a los medios argentinos. Lo que evidencia que la hazaña no solo fue acogida por los compatriotas, también fue celebrada por la población argentina en general, ya que llegaron periodistas de distintos lugares de Argentina a Mendoza. Y a ellos les explicó sobre el vuelo a vela, cómo fue el viaje mismo y su día a día en Chile.
Respecto a las atenciones que recibió desde Chile, se debe comentar que la empresa LAN-Chile se ofreció a traerlo de vuelta. El propio vicepresidente ejecutivo, Eric Campaña Barrios, dio la disponibilidad de que un carguero (DC-6) llegara a Mendoza para traer al piloto de vuelta. En el avión fueron la esposa e hija de Williamson; el presidente de la Federación Aérea, Carlos Eastmann; el presidente del Club de Planeadores, Hans Krausse, y otras autoridades aeronáuticas y también periodistas. Por último, en el mismo avión de LAN también trajeron el planeador checoslovaco Blanik L-13 que usó Alejo Williamson para cruzar desde el punto más alto de la cordillera hacia Argentina.
Los aviadores argentinos que estaban en la losa esperaban expectantes la bajada de los pasajeros que se llevarían a Alejo Williamson. Estaban presentes autoridades de la Fuerza Aérea, como el comodoro y el vicecomodoro de ese momento, además del cónsul chileno don Arturo Benavides, y el mismo piloto héroe.
Cuando todos bajaron del avión, el vicecomodoro expresó lo trascendente de la hazaña del piloto chileno. “Estamos muy orgullosos; somos mendocinos, queremos mucho a los chilenos. No sé cómo pudo hacerlo, pero llegó al mismo aeropuerto. Y más aún, llegó casi al mismo lugar donde aterrizó Dagoberto Godoy.”
Aproximadamente una hora duró la despedida con los argentinos y los respectivos saludos con los chilenos y entre autoridades. A las 10.30 aproximadamente salió el avión de vuelta a Chile.
De vuelta en Chile
Llegó a las 11 de la mañana. Luego de bajar del avión, llevaron al piloto y acompañantes a las oficinas de la vicepresidencia de LAN. Ahí lo recibieron con un cóctel, en el que también participaron autoridades de la Fuerza Aérea de Chile, de la Federación de Clubes Aéreos Civiles, del Club de Planeadores de Chile y representantes de otros clubes de planeadores que existían en el país en ese momento. Luego, se subió a un descapotable rojo que lo llevó al Palacio de Gobierno, donde se reunió con el Presidente Eduardo Frei Montalva. En el camino, hubo gente que se reunió a saludarlo y felicitarlo por la hazaña lograda.
Al llegar a la Moneda, a las 12 del día, fue recibido en el Salón Rojo por Frei Montalva junto a los ministros de Defensa y Relaciones Exteriores, Juan de Dios Carmona y Gabriel Valdés, respectivamente, además del subsecretario general de gobierno, Raúl Troncoso.
En la reunión con Frei Montalva, el Presidente le pidió darle un abrazo en nombre de todos los chilenos, para agradecerle y demostrarle lo orgulloso que estaba el país por lo logrado. También le dijo: “que al igual que todos los chilenos se sentía orgulloso de su hazaña. Como siempre sucede con las personas que se destacan y que son valientes, su relato ha sido el más sencillo y por eso el más exacto y completo”.
Durante esta reunión, Carlos Eastman le mostró y pasó el barógrafo del planeador a Frei Montalva. Le comentó que ese tipo de instrumento mide la altura alcanzada y que “tradicionalmente es abierto al término de un vuelo exitoso de estos aparatos.” Luego, el presidente de la República rompió los sellos del aparato entre medio de los aplausos de los presentes. Para cerrar, Eastman comentó que el Comité Deportivo de la Federación Aérea de Chile debe comprobar las alturas máximas logradas por el piloto, para luego comunicarlas a la FAI.
Antes de irse a San Bernardo, donde vivía la mamá del piloto, la familia de Alejo Williamson se asomó al balcón recibiendo el saludo de las personas que se reunieron en el palacio.
Otro recibimiento por la hazaña lograda sucedió el 16 de diciembre, durante el partido entre la Asociación Central de Fútbol y el equipo Dynamo, de la Unión Soviética. En el entretiempo, le regalaron una réplica artística de los Sputniks. Y además, el público pidió al piloto, por medio de vítores, que hiciera la vuelta olímpica, durante la que fue largamente ovacionado.
39 años tenía el piloto que le entregó esta alegría a Chile, casualmente en el aniversario de la Fuerza Aérea de este país y de otro logro importante, el de Dagoberto Godoy.
Alejo Williamson falleció el 2014 y la prensa recordó nuevamente la proeza del chileno. Y hoy el planeador es exhibido en el Museo Aeronáutico, además de varios recuerdos del piloto, los que fueron donados por su hija el 2019.
Referencias
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