Ben-Hur (1925): Aniversario 90 de una película épica para la historia del cine

3 de diciembre de 2025

Casa Museo Eduardo Frei Montalva recuerda este mes la película reconocida como la primera en ser exhibida por los hermanos Lumiere en 1985: Ben-Hur.

El cine ha cambiado profundamente desde sus inicios. Entre los primeros avances se encuentran los cinestoscopios, dispositivos creados por Thomas Alva Edison para ver imágenes en movimiento. Estas cajas de madera permitían observar una película que corría de manera continua frente a una lámpara eléctrica. Un obturador rotatorio iluminaba cada fotograma por una fracción de segundo, logrando aproximadamente 40 imágenes por segundo.
Sin embargo, los cinestoscopios eran de uso individual. Por ello, la exhibición realizada por los hermanos Lumière en 1895, en Francia, es reconocida como la primera proyección pública de una película y el antecedente directo del cine como lo conocemos hoy.

En sus primeros años, especialmente en Europa, el cine mantuvo una estrecha relación con el teatro, heredando varios de sus códigos escénicos. En Estados Unidos, en cambio, donde el teatro se desarrolló de manera distinta, el cine encontró más rápidamente un lenguaje propio. Esto coincidió con un contexto histórico particular, ya que a fines del siglo XIX y comienzos del XX, diversos inventores del mundo buscaban crear nuevas formas de entretenimiento. Tras la Primera Guerra Mundial, Europa perdió protagonismo en la industria cinematográfica, permitiendo que Estados Unidos —y especialmente Hollywood— se consolidara como el nuevo centro de producción y como la gran fábrica de estrellas.

Como ocurre hasta hoy, las películas de la época exploraban temas universales —amor, muerte, venganza— e historias basadas en grandes obras literarias, como las de Dumas o Zola. También se inspiraban en relatos bíblicos, como el caso de Ben-Hur (Ben-Hur: A Tale of the Christ).

 

El libro de Ben-Hur

En 1880, el militar estadounidense Lew Wallace publicó su segunda novela, Ben-Hur: A Tale of the Christ, obra que marcaría profundamente su carrera. Traducido a más de 20 idiomas, el libro se convirtió en un éxito editorial y fue adaptado al teatro, con participación directa del autor. Wallace, sin embargo, no alcanzó a ver ninguna de las adaptaciones cinematográficas, ya que falleció en 1905.

La segunda adaptación, la de 1925, es la que recordamos en este artículo, por ser una de las producciones fundamentales del cine mudo estadounidense.

 

De la novela al cine

Tanto el libro como la película giran en torno a la vida de Judá Ben-Hur, un joven judío de buena posición económica que es injustamente acusado por su amigo de infancia Messala, ahora convertido en soldado romano. Condenado a remar en galeras de por vida y separado de su familia, Judá inicia una búsqueda de justicia y reencuentro, marcada por un encuentro crucial con Jesús, que cambia el rumbo de su historia.

 

La película de 1925: un desafío monumental

Llevar la novela al cine no fue tarea fácil. Los derechos pertenecían a Henry Wallace, hijo del autor, quien durante años se negó a venderlos, convencido de que ninguna producción cinematográfica podría hacer justicia al libro de su padre. Pero todo cambió en 1915, cuando vio The Birth of a Nation, de D. W. Griffith, película clave para el desarrollo del lenguaje cinematográfico. Tras comprobar las nuevas posibilidades del medio, accedió a negociar.

En 1920, la joven productora Metro-Goldwyn-Mayer (MGM) adquirió los derechos por 600.000 dólares, sin imaginar la complejidad del proyecto. Ben-Hur terminó convirtiéndose en una de las películas más caras y difíciles de la historia del cine mudo.

Inicialmente, la filmación se inició en Italia y Egipto con el director Charles J. Brabin y el actor George Walsh como Judá. Sin embargo, los constantes problemas obligaron a la MGM a reemplazar al director, al reparto e incluso a trasladar la producción a Los Ángeles, California, donde finalmente continuó bajo la dirección de Fred Niblo.

Los cambios, las demoras y la magnitud del proyecto hicieron que el rodaje se extendiera por cuatro años y alcanzara un costo estimado entre 4 y 6 millones de dólares. Aunque la película no recuperó su inversión en la taquilla, convirtió a la MGM en un estudio prestigioso.

 

La carrera de carrozas: una escena legendaria

Una de las escenas más recordadas —y más costosas— fue la carrera de carrozas. Sin tecnología digital, todo debió filmarse con caballos reales, cientos de extras y carrozas construidas especialmente para la película. Los dobles y jinetes compitieron incluso por un premio en dinero, lo que aportó un realismo extraordinario. Muchos críticos consideran que esta secuencia supera incluso la versión de 1959 protagonizada por Charlton Heston.

Entre los intérpretes destacaron Ramon Novarro como Judá Ben-Hur —papel que impulsó su carrera en Hollywood—, Francis X. Bushman como Messala, y apariciones de estrellas como Douglas Fairbanks, Mary Pickford, Myrna Loy y Lillian Gish.


Legado

En 1997, Ben-Hur: A Tale of the Christ fue seleccionada para su preservación en el National Film Registry de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, reconociendo su importancia histórica y cultural.

Hoy, la película puede verse gratuitamente en diversos sitios de internet, manteniendo viva la memoria de una producción que marcó el desarrollo del cine mundial.

 

 

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