Jugadores de carta, óleo sobre cartón, A. Gordon.
Vida y obra de uno de los grandes y laureados referentes del arte chileno de principios del siglo XX.
La siguiente reseña biográfica está principalmente referenciada en el libro A.Gordon. Algunos Discípulos, de Enrique Melcherts, quien fue estudiante del artista y es citado a lo largo del texto.
La vida de Arturo Gordon comenzó en 1883. La primera persona de su familia vivió Arturo Gordon durante sus primeros años de vida en el fundo La Rotunda, donde conoció la vida de pueblo, sus costumbres, tradiciones y el ambiente de campo. Todos elementos relevantes y significativos de lo que sería la obra que dejaría como legado.
Cuando comienza a asistir a clases se traslada a Santiago. La secundaria la cursó en el Liceo Miguel Luis Amunategui, donde fue compañero del escritor Augusto D’Halmar, con quien fueron muy amigos.
Es el escritor quien desclasifica algunas anécdotas y andanzas de juventud, como por ejemplo, lo enamoradizos que eran cuando conquistaban a las chicas, los primeros besos y también lo sorprendidos que quedaban todos los compañeros al ver los dotes artísticos de Gordon: “Nos dejaba atónitos por sus dotes de dibujante, bastandole tres trazos para expresarse con el lápiz como hubiera podido hacerlo por medio de la caligrafía”.
Ya al salir del colegio y decidir qué estudiar, se inclina por arquitectura en la Universidad de Chile. Pero solo está un año y en 1903 entra a la Academia de Pintura, cuando estaba ubicada en la calle Matucana.
Su paso por la Academia de Pintura fue significativo en todo sentido. Desde aquí en adelante, se conoce a este genio por su trabajo. Primero como estudiante de grandes artistas de la época: Pedro Lira (dibujo avanzado y composición), Cosme San Martín (dibujo), Juan Francisco González (croquis) o Richón Brunet (pintura). También participó en los Salones Oficiales que se organizaban con el fin de promover el arte de los estudiantes de la academia, ganando varios premios.
Su debut en estos salones fue en 1905 y en 1908 ganó su primera medalla obteniendo el tercer lugar en la sección pintura. Ese mismo año se casó y tuvo su primer hijo, Arturo. Sigue participando en los Salones y gana distintos niveles de premiación.
Su primer premio, el de 1908, lo gana con un cuadro que expresa un hecho tristemente memorable, el terremoto de 1906 en Valparaíso, Impresión de la noche del 16 de agosto de 1906.
Fue parte de la generación del 13. A esta generación también se le conoce como la generación del Centenario o generación Sotomayor. Es una generación peculiar, ya que los une y de ahí la primera denominación, el haber participado de una exposición que ocurrió en 1913; la segunda por cuando más o menos empezaron su etapa de producción y la tercera porque son artistas que se formaron bajo las enseñanzas de Álvarez de Sotomayor, quien ocupó el puesto de director de la Escuela en 1912 y quien no guardaba su admiración hacia Gordon, refiriéndose a él como: “el Goya chileno”.
Después de ser estudiante pasó a ser profesor en la Escuela de Bellas Artes dictando el curso de pintura de género. Tenía un estudio en el tercer piso de la Escuela y muchas veces se le podía ver ahí trabajando y también reunido con las nuevas generaciones de artistas.
Como profesor no solo trabajó en la Escuela de Santiago, también cuando otro artista chileno, Carlos Alegría, decidió abrir una escuela de arte y dibujo en Valparaíso, le pidió que enseñara allí a las futuras generaciones (1916). De este trabajo nacieron los salones libres y la fundación de la Asociación de Artistas (ARTCh). Del mismo impulso artístico que nació con esta escuela, también se organizaron salones de verano que culminaron con la creación de la Escuela de Bellas Artes de Viña del Mar.
Durante estos años, hasta 1928 más o menos, Arturo Gordon se estableció de manera intermitente en Santiago y en la Quinta Región, ya que hacía clases o participaba en proyectos, como trabajar en los bocetos que serían la futura decoración de la Biblioteca Nacional (Alegoría a las Bellas Artes). En 1926 estos bocetos ganaron el primer lugar en pintura decorativa en el Salón Oficial del mismo año.
1929 viaja a representar a Chile en la Exposición Iberoamericana de Sevilla. La idea de estas instancias es mostrar lo significativo de cada país que se presenta. En el Pabellón de Chile, Arturo Gordon, junto a otro artista chileno, Laureano Guevara, hicieron en total 7 murales que graficaban lo que era Chile en esos años.
Gordon realizó tres: Frutos de la tierra (que actualmente está en el Museo Regional de Rancagua); La industria araucana (Centro de Extensión de la Universidad de Talca, sede Curicó) y La vendimia (Museo O’Higginiano y de Bellas Artes de Talca).
Aprovechó este viaje y se empapó con los pintores del lugar. En el Museo del Prado pudo apreciar las obras de Goya y Velázquez. También se interesó por Mariano Fortuny, Federico Madrazo, Joaquín Mir e Isidro Nonell.
Todo cambió, porque al volver del viaje, como él mismo se lo hizo saber a un discípulo meses después, le costó pintar: “No percibo el color, veo todo gris”.
De regreso al país vuelve a dar clases. En 1936 se convierte en profesor de la Academia de Bellas Artes de Viña del Mar y se casó por tercera vez. De este último matrimonio nacieron sus dos hijas: Beatriz y Marta.
Gordon tuvo de profesores a los cuatro grandes maestros de la pintura chilena, como los bautizó Antonio R. Romera. Pero, en palabras de Melcherts, se separa de estos pintores y es mucho más representativo que estos maestros, ya que busca captar la atmósfera y “el vivir de signo lugareño”. “Un pintor que mira a su alrededor, sus gentes, sus costumbres, sus tradiciones”. Por eso este mismo discípulo le dice: “pintor nacional”. Desde la característica anterior, se le acerca a Goya, ya que según Melcherts: “traduce a su pueblo”.
Para Melcherts, este artista tiene un estilo bastante personal, “rompe con la tendencia francesa en la pintura chilena”, se acerca más a la española. “Buscaba el equilibrio de las masas, mediante la hábil disposición de manchas”. De ahí el pintar muchedumbres, grupos de gentes, sin individualizarse al retratar peleas, velatorios, huelgas y reuniones de domingo.
Sobre sus últimos días sabemos que murió de una corta enfermedad en Santiago, el 27 de octubre de 1944. Cuentan que en sus últimos días unas religiosas se ofrecieron a acompañarle durante su agonía, pero Gordon las echó y más de alguna vez le escucharon decir: “Es que no me gustan los curas”.
Hoy sus obras se pueden encontrar dentro del catálogo permanente de distintos museos de Chile, como los que resguardan sus murales de Sevilla, el Museo Bellas Artes y también el Museo Bellas Artes Palacio Vergara, en Viña del Mar.
Referencias
Fotografías
Velorio del angelito. Técnica y soporte: óleo sobre tela. Medidas: 56 x 45 cm. Inscripciones y marcas: firma en esquina inferior derecha (“A. Gordon”). Colección Casa Museo Eduardo Frei Montalva.
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